BUBONIS

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sábado, 30 de marzo de 2013

NADIE TE AMA COMO YO

CRISTO DEL CALVARIO



En esta tarde, Cristo del Calvario, 
vine a rogarte por mi carne enferma; 
pero, al verte, mis ojos van y vienen 
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados, 
cuando veo los tuyos destrozados? 
¿Cómo mostrarte mis manos vacías, 
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad, 
cuando en la cruz alzado y solo estás? 
¿Cómo explicarte que no tengo amor, 
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada, 
huyeron de mí todas mis dolencias. 
El ímpetu del ruego que traía 
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada, 
estar aquí, junto a tu imagen muerta, 
ir aprendiendo que el dolor es sólo 
la llave santa de tu santa puerta.
Amén,

VIRGEN DOLOROSA



María, la Virgen dolorosa.
El dolor, desde que entró el pecado en el mundo, se ha aficionado a nosotros. Es compañero inseparable de nuestro peregrinar por esta vida terrena. Antes o después aparece por el camino de nuestra existencia y se pone a nuestro lado. Tarde o temprano toca a nuestras puertas. Y no nos pide permiso para pasar. Entra y sale como si fuese uno más de casa.
El sufrimiento parece que se aficiona a algunas personas de un modo especial. La vida de la Santísima Virgen estuvo profundamente marcada por el dolor. Dios quiso probar a su Madre, nuestra Madre, en el crisol del sacrificio. Y la probó como a pocos. María padeció mucho. Pero fue capaz de hacerlo con entereza y con amor. Ella es para nosotros un precioso ejemplo también ante el dolor. Sí, Ella es la Virgen dolorosa.
Asomémonos de nuevo a la vida de María. Descubramos y repasemos algunos de sus padecimientos. Y sobre todo, apreciemos detrás de cada sufrimiento el amor que le permitió vivirlos como lo hizo.
Aprendamos de María a llenar el vacío de la soledad que nos invade tras la muerte de nuestros seres queridos. Llenarlo con lo único que puede llenarlo: el amor, la fe y la esperanza de la vida futura.

jueves, 28 de febrero de 2013

SEDE VACANTEREL



A LAS 20,00hs. COMIENZA LA SEDE VACANTE

El pontificado de Benedicto XVI concluye a las 20,00 (hora de Roma). A esa hora comienza la Sede Vacante. La Guardia Suiza deja de ocuparse de la custodia de la persona del Pontífice y pasa a prestar servicio al Colegio de Cardenales. Durante este período la cuenta twitter: @Pontifex estará desactivada. Una vez elegido el nuevo Papa podrá, si así lo desea, utilizarla. El anillo del pescador y el sello pontificio de Benedicto XVI serán también anulados a partir de esa hora y los apartamentos pontificios en el Vaticano serán sellados por el cardenal Camarlengo. (VIS)
A LAS 20,00hs. COMIENZA LA SEDE VACANTE

El pontificado de Benedicto XVI concluye a las 20,00 (hora de Roma). A esa hora comienza la Sede Vacante. La Guardia Suiza deja de ocuparse de la custodia de la persona del Pontífice y pasa a prestar servicio al Colegio de Cardenales. Durante este período la cuenta twitter: @Pontifex estará desactivada. Una vez elegido el nuevo Papa podrá, si así lo desea, utilizarla. El anillo del pescador y el sello pontificio de Benedicto XVI serán también anulados a partir de esa hora y los apartamentos pontificios en el Vaticano serán sellados por el cardenal Camarlengo. (VIS)






viernes, 20 de abril de 2012

SAN EXPEDITO

Debido a su nombre (que en español significa ‘rápido’), la devoción popular lo considera
  • patrono de las causas urgentes,
  • abogado de las causas imposibles
  • protector de los militares, los estudiantes, los jóvenes y los viajeros,
  • patrono de las causas legales demasiado prolongadas.
Es un santo reconocido por los fieles católicos aunque no aparece en la liturgia católica. Su acta de canonización no ha sido revisada por la Iglesia Católica Romana, y su fiesta del 19 de abril no se celebra ampliamente.
San Expedito era un militar romano que vivió a principios del siglo IV, comandante de una legión romana en la época del emperador Dioclesiano.

Cuenta la leyenda que en el momento de su conversión, tocado por la gracia de Dios, resuelve cambiar su vida y convertirse al cristianismo, ya que lo había conmovido profundamente la actitud de los cristianos al enfrentar la muerte.
Fue entonces que se le apareció el espíritu del mal en forma de cuervo y el cuervo le gritaba "cras...! cras...! cras...!" que en latín significa "mañana...mañana...mañana... Esta decisión déjala para mañana! No tengas apuro! Espera para tu conversión!"
Pero San Expedito pisoteando al cuervo gritó "Hoy! Nada de postergaciones!"
Es por eso que San Expedito es un Santo que atiende los casos urgentes, en este mismo momento, los casos que, de producirse una demora, habría un gran perjuicio. Pero esteSanto Patrono Expedito, no atiende para ser venerado, sino que en acción de gracias, nos acerquemos a Dios, sin postergaciones, siguiendo su ejemplo.
Es conocido como uno de los abogados de las causas imposibles, junto con Santa Rita y San Judas Tadeo, a quienes también se les suele invocar en estos casos.
También ha pasado a ser patrono de las personas que quieren obtener una gracia por una causa perdida, pero la necesitan inmediatamente.


El nombre de san Expedito tiene también connotaciones militares. En la lengua castellana, expedito es un adjetivo (que deriva del latín expeditus) que hace referencia a estar libre de todo estorbo y pronto para obrar. Pero en la antigua Roma se decía que cuando los soldados marchaban solamente con sus armas y sin su carga, lo hacían expediti o in expeditionem. Por el contrario, cuando marchaban con su impedimenta, que incluía saco para dormir, utensilios para comer, efectos personales, útiles de zapa, herramientas y víveres, lo hacían impediti. También, se utilizaba el término expediti para hacer referencia a aquella formación de la legión que le permitía operar como infantería ligera y con velocidad en sus movimientos. Se cree que es de aquí de donde deriva el nombre de san Expedito, o que inició su carrera militar en una unidad que operaba siguiendo estos parámetros, y que de ella habría obtenido su nombre. Las imágenes de san Expedito lo presentan con ropa de legionario romano, vestido de túnica corta y de manto tirado hacia atrás de los hombros (a la moda militar romana), y con postura marcial. En una mano sostiene una hoja de palma que simboliza el martirio, en la otra una cruz que ostenta la palabra hodie (‘hoy’, en latín, en referencia a la conocida leyenda). Pisa con el pie izquierdo un cuervo que grita «cras» (‘mañana’ en latín).

lunes, 15 de agosto de 2011

15 DE AGOSTO, ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Assumpta est Maria in Caelum

…y se extendió por toda la Tierra, como un perfume, la Devoción a Nuestra Señora, que era una quintaesencia de su presencia en la Tierra...

El dogma de la Asunción de Nuestra Señora fue ardientemente deseado por las almas católicas del mundo entero, porque es una afirmación más a respecto de la Madre de Dios que la coloca completamente fuera de paralelo con cualquier otra mera criatura y justifica el culto de hiperdulía que la Iglesia le tributa.
Nuestra Señora tuvo una muerte suavísima, tan suave que es calificada por los autores, con una propiedad de lenguaje muy bonita, la “Dormición de la Bienaventurada Virgen María” (Dormitio Beatae Mariae Virgine), indicando que Ella tuvo una muerte tan suave, tan próxima de la resurrección, que a pesar de constituir verdadera muerte, entretanto es más parecida con un simple sueño. Nuestra Señora después de la muerte resucitó como Nuestro Señor Jesucristo, fue llamada a la vida por Dios y subió a los Cielos en presencia de todos los Apóstoles allí reunidos, y de muchos fieles.
Esa Asunción representa para la Virgen santísima una verdadera glorificación a los ojos de los hombres y de toda la humanidad hasta el fin del mundo, bien como anticipación de la glorificación que Ella debería recibir en el Cielo.
La Iglesia Triunfante entera va a recibirla con todos los coros de ángeles; Nuestro Señor
Coronación de la VirgenJesucristo la acoge; San José asiste a la escena; después Ella es coronada por la Santísima Trinidad. Es la glorificación de Nuestra Señora a los ojos de toda la Iglesia triunfante y a los ojos de toda la Iglesia militante.


viernes, 5 de agosto de 2011

LA MEDALLA DE SAN BENITO

La medalla de San Benito, propagada en todo el mundo hace más de 300 años, especialmente por los monjes benedictinos, es célebre por su eficacia extraordinaria en el combate contra el demonio y sus manifestaciones; en la defensa contra maleficios de todo género, contra enfermedades, especialmente las contagiosas, contra picaduras de serpientes y otros animales ponzoñosos; en la protección de animales domésticos, vehículos, etc.
Repetidas veces aprobada y alabada por los Papas, la medalla de San Benito, que une a la fuerza exorcizante de la Santa Cruz del Redentor –la señal de nuestra salvación– el recuerdo de los méritos alcanzados por la santidad eximia del gran Patriarca San Benito, es sin duda muy indicada para los fieles católicos.

La imagen de la Cruz representada en la medalla

Basta al cristiano considerar brevemente la virtud soberana de la Cruz de Jesucristo, para comprender la dignidad de una medalla en la cual está representada.
La representación de la Cruz despierta en nosotros todos los sentimientos de gratitud para con Dios, por el beneficio de nuestra salvación.

La Cruz causa terror a los espíritus malignos, que siempre retroceden ante ella, y apenas la ven se apresuran en soltar su presa y huir. Así pues, nuestra medalla, que representa en primer lugar la imagen de la Cruz, está en perfecta armonía con la piedad cristiana, y ya sólo por este motivo es digna del mayor respeto.

La imagen de San Benito representada en la medalla


La honra de figurar en la misma medalla junto con la imagen de la Santa Cruz fue concedida a San Benito con la finalidad de indicar la eficacia que tuvo en sus manos esta señal sagrada. San Gregorio Magno, que escribió la vida del Santo Patriarca, nos lo representa disipando con la señal de la Cruz sus propias tentaciones, y quebrando con la misma señal hecha sobre una bebida envenenada, el cáliz que la contenía, quedando así patente el perverso designio de los que habían osado atentar contra su vida. Cuando el espíritu maligno, para aterrorizar a los monjes, les hace ver el Monasterio de Montecasino en llamas, San Benito desvanece ese prodigio diabólico haciendo la misma señal de la Pasión del Salvador sobre las llamas fantásticas. Cuando sus discípulos andan interiormente agitados por las sugestiones del tentador, les indica como remedio trazar sobre el corazón la imagen de la Cruz. Por todo ello, es lícito concluir que era muy conveniente reunir en una sola medalla la imagen del santo Patriarca y la de la Cruz del Salvador.

Esto queda aún más claro al considerar que los dos grandes discípulos del siervo de Dios, San Plácido y San Mauro, cuando realizaban sus frecuentes milagros tenían la costumbre de invocar junto con el auxilio de la Santa Cruz, el nombre de su santo Fundador, y así consagraron, desde el principio, la piadosa costumbre expresada más tarde por la medalla.

Los caracteres que se leen en la medalla

Además de las imágenes de la Cruz y de San Benito, la medalla trae también cierto número de letras , cada una de las cuales representa una palabra latina. Las diversas palabras reunidas tienen un sentido que manifiesta la intención de la medalla: expresar las relaciones que existen entre el santo Patriarca Benito y la Santa Cruz; y al mismo tiempo, poner al alcance de los fieles un medio eficaz de emplear la virtud de la Santa Cruz contra los espíritus malignos.

Esas letras misteriosas se encuentran dispuestas en la cara de la medalla en que está representada la santa Cruz. Examinemos, en primer lugar, las cuatro colocadas entre los brazos de dicha Cruz:

C S
P B

Significan: Cruz Sancti Patris Benedicto; en castellano, Cruz del Santo Padre Benito. Esas palabras explican el fin de la medalla.

En la línea vertical de la Cruz se lee:

C
S
S
M
L

Lo que quiere decir: Cruz sacra sit mihi lux; en castellano, La Cruz sagrada sea mi luz.

En la línea horizontal de la misma Cruz, se lee:

N. D. S. M. D.


Lo que significa: Non draco sit mihi dux; en castellano, No sea el dragón mi guía.

Reuniendo esas dos líneas se forma un verso pentámetro, mediante el cual el cristiano expresa su confianza en la Santa Cruz, y su resistencia al yugo que el demonio querría imponerle.

Alrededor de la medalla existe una inscripción más extensa, que presenta en primer lugar el santísimo nombre de Jesús, expresado por el monograma bien conocido: I. H. S. (En el modelo más conocido de la Medalla de San Benito el monograma I. H. S. fue reemplazado por el lema benedictino PAX; en castellano, Paz). Vienen después, de derecha a izquierda, las siguientes letras:

V. R. S. N. S. M. V. S. M. Q. L. I. V. B.

Estas iniciales representan los dos versos siguientes:

Vade retro satana; nuncuam suade mihi vana
Sunt mala quae libas; ipse venena bibas.

En castellano: Apártate, satanás; nunca me aconsejes tus vanidades, la bebida que ofreces es el mal: bebe tú mismo tus venenos.

Tales palabras se supone que fueron dichas por San Benito: las del primer verso, con ocasión de la tentación que sintió y de la cual triunfó haciendo la señal de la Cruz; las del segundo verso, en el momento en que sus enemigos le presentaron una bebida mortífera, hecho que puso al descubierto bendiciendo con la señal de la vida el cáliz que la contenía.

El cristiano puede utilizar estas palabras cuantas veces fuere asaltado por tentaciones e insultos del enemigo invisible de nuestra salvación. El mismo Jesucristo Nuestro Señor santificó las palabras Vade retro, satana –Apártate, satanás– y su valor es cierto, una vez que el propio Evangelio nos lo asegura. Las vanidades que el demonio nos aconseja son las desobediencias a la ley de Dios, las pompas y falsas máximas del mundo. La bebida que el ángel de las tinieblas nos presenta es el pecado, que da muerte al alma. En vez de aceptarla, devolvámosle tan funesto presente, ya que él mismo lo escogió como herencia suya.

Basta que alguien pronuncie con fe tales palabras, para sentirse inmediatamente con fuerzas para arrostrar todas las embestidas del infierno. Aun cuando no conociéramos los hechos que demuestran hasta qué punto satanás teme esa medalla, la simple consideración de lo que representa y expresa, bastaría para que la consideráramos una de las más poderosas armas que la bondad de Dios puso a nuestro alcance contra la malicia diabólica.

Uso de la medalla de San Benito

No ignoramos que en este siglo mucha gente considera que el demonio es más bien un ser imaginario y no real; y así, puede parecer extraño que se acuñe y se bendiga una medalla, empleada como protección contra los ataques del espíritu maligno. Sin embargo, las sagradas Escrituras nos ofrecen innumerables pasajes que dan una idea del poder y la actividad de los demonios, así como de los peligros de alma y cuerpo a que estamos continuamente expuestos por efectos de sus celadas. Para aniquilar su poder no basta ignorar a los demonios y sonreír cuando se oye hablar de sus operaciones. No por eso dejará de continuar el aire siempre lleno de legiones de espíritus de malicia, conforme enseña San Pablo; y si Dios no nos protegiese, aunque casi siempre sin que lo sintamos, por el ministerio de los Santos Ángeles, sería para nosotros imposible evitar las innumerables celadas de estos enemigos de toda criatura de Dios.

Ahora bien, el poder de la Santa Cruz contra satanás y sus legiones es tal, que la podemos considerar un escudo invencible que nos hace invulnerables a sus flechas.

Concluimos entonces cuán ventajoso resulta emplear con fe la medalla de San Benito en las ocasiones en que más temamos los embustes del enemigo. Su protección, no lo dudemos, será eficaz contra todo tipo de tentaciones. Numerosos e innegables hechos señalaron su poderoso auxilio en miles de circunstancias en las cuales, o por acción espontánea de satanás, o por efecto de algún maleficio, los fieles estaban a punto de sucumbir ante un peligro inminente. Podremos igualmente emplearlo a favor de otros, como medio de preservación o de liberación, en previsión de los peligros que deban afrontar.





miércoles, 25 de mayo de 2011

RITA MEGLIORIN

La enfermera que asistió a Juan Pablo hasta su muerte .


Roma (Italia), 2 Mayo, publicado en el boletín AICA.

Rita Megliorin: "Juan Pablo II, sentía predilección por los más débiles"

“Me llamaron a última hora de la mañana. Corrí , tenía miedo de no llegar a tiempo. En cambio, él me esperaba. ‘Buenos días, Santidad, hoy luce el sol’, le dije en seguida, porque era la noticia que en el hospital le alegraba”.
Así recuerda el último día de Juan Pablo II Rita Megliorin, ex enfermera jefe del servicio de reanimación en el Policlínico Gemelli, la mañana del 2 de abril, cuando fue llamada al apartamento pontificio, a la cabecera del Papa agonizante, según lo relata Mariaelena Finessi, en una nota que tradujo Inma Álvarez para la agencia Zenit.
“No creí que me reconociese. Él me miró. No con esa mirada inquisitiva que usaba para entender en seguida cómo iba su salud. Era una mirada dulce, que me conmovió”, añade la mujer.
“Sentí la necesidad de apoyar la cabeza sobre su mano, me permití el lujo de tomar su última caricia posando su mano sin fuerzas sobre mi rostro mientras él miraba fijamente el cuadro del Cristo sufriente que estaba colgado en la pared frente a su cama”.
Mientras tanto, oyendo desde la plaza los cantos, las oraciones, las aclamaciones de los jóvenes que se hacían cada vez más fuertes, la mujer preguntó a monseñor Dziwisz (hoy cardenal), si esas voces no importunaban acaso al Papa. “Pero él, llevándome a la ventana, me dijo: ‘Rita, estos son los hijos que han venido a despedir al padre”.
Se conocieron en enero de 2005, cuando las condiciones de salud del papa Wojtyla se habían agravado. Megliorin explica que en aquellos días de comienzo de año, llegando al hospital para entrar en servicio e ignorando que el Papa hubiera ingresado, le dijeron que se diera prisa, que fuese al décimo piso porque allí había “un huésped especial”.
“Piensen –dice la mujer– en un lugar donde no existe el espacio y donde no existe el tiempo, y piensen sólo en mucha luz”. La misma luz que acompañó las jornadas del pontífice.
“En aquellos meses, cada mañana entraba en su habitación encontrándole ya despierto, porque rezaba ya desde las 3. Yo abría las persianas y dirigiéndome a él decía: ‘Buenos días, Santidad, hoy luce el sol’. Me acercaba y él me bendecía. Arrodillándome, él me acariciaba la cara”.
Este era el ritual que daba inicio a las jornadas de Wojtyla. “Por lo demás yo era una enfermera inflexible y él un enfermo inflexible. Quería estar al corriente de todo, de la enfermedad, de su gravedad. Si no entendía, me miraba como pidiendo que le explicara mejor”.
“Nunca dejó de estudiar los problemas del hombre. Recuerdo los libros de genética, por ejemplo, que él consultaba y estudiaba con atención, incluso en aquellas condiciones”. Ese no querer rendirse, ese querer vivir la gracia de la vida recibida: “Cada día nos decíamos que ‘todo problema tiene solución’”.
Y el Papa lo decía también, y sobre todo, a las personas que encontraba, por las que sentía un amor paternal. “Y como todo padre, sentía una predilección por los más débiles. Por ejemplo, en la Jornada Mundial de la Juventud de Tor Vergata, en Roma, saludó a los jóvenes que estaban al fondo, pensando que no habrían podido ver mucho. También en el hospital se entretenía con los más humildes y no con los grandes profesores, les preguntaba por sus familias, si tenían niños en casa”.
Recordando en cambio los últimos ingresos, la ex jefa de planta añade: “El Papa vivió los momentos quizás más difíciles en el Policlínico”, pero “asistir a los enfermos es un don, al menos para quien cree en Dios. Y con todo, también para quienes no tienen fe es una experiencia única”.
Para quien comprende plenamente el sentido de lo que entiende Megliorin, resultan estridentes las preguntas de tantos periodistas, reunidos en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz para escuchar, en un encuentro con los medios de comunicación, el testimonio de la enfermera.
Hay quien pregunta si una película sobre la vida de Wojtyla se corresponde con la verdad, sobre todo el fragmento en que la película cuenta que el Papa tuvo espasmos en el momento de su muerte. Preguntas estrafalarias, a veces inoportunas si no fuesen de dudoso gusto. Y de hecho, la enfermera pregunta cuantas personas de la sala han asistido a la pérdida de un progenitor en los propios brazos: “No puedo responder –explica a regañadientes–. Quien no lo ha vivido no lo puede entender”.
Entonces, “¿la muerte fue un alivio?”, insiste otro. “La muerte nunca es un alivio –replica la mujer–. Como enfermera digo sólo que hay un límite en el tratamiento, más allá del cual este se convierte en un tratamiento médico agresivo”. El morbo de saber si Wojtyla se ahogaba o tragaba, si tenía fuerzas para comer, beber o respirar, todo esto es una violación de la intimidad de un cuerpo, la sacralidad de una vida que ya no está. Su pensamiento vuelve a las palabras de Wojtyla que sin embargo, ha “restituido la dignidad al enfermo”, recuerda Megliorin.
En la Carta Apostólica Salvifici doloris de 1984, Juan Pablo II dice que el dolor “es un tema universal que acompaña al hombre en todos los grados de la longitud y de la latitud geográfica: es decir que coexiste con él en el mundo”. También dice el Papa, “el sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre: es uno de esos puntos, en los que el hombre parece, en cierto sentido, ‘destinado’ a superarse a sí mismo, y llega a esto llamado de un modo misterioso”.
Juan Pablo II “en el último momento de su vida terrena –concluye Rita Megliorin– rescató su cruz, haciéndose cargo no sólo de la suya propia, sino también de todos los que sufren. Lo hizo con la alegría que nace de la esperanza de creer en un mañana mejor. Incluso creo que él tenía la esperanza de un hoy mejor”.

martes, 10 de mayo de 2011

NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA

Advocación Mariana, 13 de mayo


La Santísima Virgen María se manifestó a tres niños campesinos

En 1917, en el momento de las apariciones, Fátima era una ciudad desconocida de 2.500 habitantes, situada a 800 metros de altura y a 130 kilómetros al norte de Lisboa, casi en el centro de Portugal. Hoy Fátima es famosa en todo el mundo y su santuario lo visitan innumerables devotos.
Allí, la Virgen se manifestó a niños de corta edad: Lucía, de diez años, Francisco, su primo, de nueve años, un jovencito tranquilo y reflexivo, y Jacinta, hermana menor de Francisco, muy vivaz y afectuosa. Tres niños campesinos muy normales, que no sabían ni leer ni escribir, acostumbrados a llevar a pastar a las ovejas todos los días.
Los tres habían recibido en casa una primera instrucción religiosa, pero sólo Lucía había hecho ya la primera comunión.
Las apariciones estuvieron precedidas por un "preludio angélico": un episodio amable, ciertamente destinado a preparar a los pequeños para lo que vendría.
Lucía misma, en el libro Lucia racconta Fátima,  relató el orden de los hechos, que al comienzo sólo la tuvieron a ella como testigo. Era la primavera de 1915, dos años antes de las apariciones, y Lucía estaba en el campo junto a tres amigas. Y esta fue la primera manifestación del ángel:
Sería más o menos mediodía, cuando estábamos tomando la merienda. Luego, invité a mis compañeras a recitar conmigo el rosario, cosa que aceptaron gustosas. Habíamos apenas comenzado, cuando vimos ante nosotros, como suspendida en el aire, sobre el bosque, una figura, como una estatua de nieve, que los rayos del sol hacían un poco transparente. "¿Qué es eso?", preguntaron mis compañeras, un poco atemorizadas. "No lo sé". Continuamos nuestra oración, siempre con los ojos fijos en aquella figura, que desapareció justo cuando terminábamos.
El hecho se repitió tres veces, siempre, más o menos, en los mismos términos, entre 1915 y 1916.
Llegó 1917, y Francisco y Jacinta obtuvieron de sus padres el permiso de llevar también ellos ovejas a pastar; así cada mañana los tres primos se encontraban con su pequeño rebaño y pasaban el día juntos en campo abierto. Una mañana fueron sorprendidos por una ligera lluvia, y para no mojarse se refugiaron en una gruta que se encontraba en medio de un olivar. Allí comieron, recitaron el rosario y se quedaron a jugar hasta que salió de nuevo el sol. Con las palabras de Lucía, los hechos sucedieron así:
... Entonces un viento fuerte sacudió los árboles y nos hizo levantar los ojos... Vimos entonces que sobre el olivar venía hacia nosotros aquella figura de la que ya he hablado. Jacinta y Francisco no la habían visto nunca y yo no les había hablado de ella. A medida que se acercaba, podíamos ver sus rasgos: era un joven de catorce o quince años, más blanco que si fuera de nieve, el sol lo hacía transparente como de cristal, y era de una gran belleza. Al llegar junto a nosotros dijo: "No tengan miedo. Soy el ángel de la paz. Oren conmigo". Y arrodillado en la tierra, inclinó la cabeza hasta el suelo y nos hizo repetir tres veces estas palabras: "Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman". Luego, levantándose, dijo: "Oren así. Los corazones de Jesús y María están atentos a la voz de sus súplicas". Sus palabras se grabaron de tal manera en nuestro espíritu, que jamás las olvidamos y, desde entonces, pasábamos largos períodos de tiempo prosternados, repitiéndolas hasta el cansancio.
En el prefacio al libro de Lucía, el padre Antonio María Martins anota con mucha razón que la oración del ángel "es de una densidad teológica tal" que no pudo haber sido inventada por unos niños carentes de instrucción. "Ha sido ciertamente enseñada por un mensajero del Altísimo", continúa el estudioso. "Expresa actos de fe, adoración, esperanza y amor a Dios Uno y Trino".
Durante el verano el ángel se presentó una vez más a los niños, invitándolos a ofrecer sacrificios al Señor por la conversión de los pecadores y explicándoles que era el ángel custodio de su patria, Portugal.
Pasó el tiempo y los tres niños fueron de nuevo a orar a la gruta donde por primera vez habían visto al ángel. De rodillas, con la cara hacia la tierra, los pequeños repiten la oración que se les enseñó, cuando sucede algo que llama su atención: una luz desconocida brilla sobre ellos. Lucía lo cuenta así:
Nos levantamos para ver qué sucedía, y vimos al ángel, que tenía en la mano izquierda un cáliz, sobre el que estaba suspendida la hostia, de la que caían algunas gotas de sangre adentro del cáliz.
El ángel dejó suspendido el cáliz en el aire, se acercó a nosotros y nos hizo repetir tres veces: "Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo te ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Jesucristo...". Luego se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia; me dio la hostia santa y el cáliz lo repartió entre Jacinta y Francisco....
El ángel no volvió más: su tarea había sido evidentemente la de preparar a los niños para los hechos grandiosos que les esperaban y que tuvieron inicio en la primavera de 1917, cuarto año de la guerra, que vio también la revolución bolchevique.
El 13 de mayo era domingo anterior a la Ascensión. Lucía, Jacinta y Francisco habían ido con sus padres a misa, luego habían reunido sus ovejas y se habían dirigido a Cova da Iria, un pequeño valle a casi tres kilómetros de Fátima, donde los padres de Lucía tenían un cortijo con algunas encinas y olivos.
Aquí, mientras jugaban, fueron asustados por un rayo que surcó el cielo azul: temiendo que estallara un temporal, decidieron volver, pero en el camino de regreso, otro rayo los sorprendió, aún más fulgurante que el primero. Dijo Lucía:
A los pocos pasos, vimos sobre una encina a una Señora, toda vestida de blanco, más brillante que el sol, que irradiaba una luz más clara e intensa que la de un vaso de cristal lleno de agua cristalina, atravesada por los rayos del sol más ardiente. Sorprendidos por la aparición, nos detuvimos. Estábamos tan cerca que nos vimos dentro de la luz que la rodeaba o que ella difundía. Tal vez a un metro o medio de distancia, más o menos....
La Señora habló con voz amable y pidió a los niños que no tuvieran miedo, porque no les haría ningún daño. Luego los invitó a venir al mismo sitio durante seis meses consecutivos, el día 13 a la misma hora, y antes de desaparecer elevándose hacia Oriente añadió: "Reciten la corona todos los días para obtener la paz del mundo y el fin de la guerra".
Los tres habían visto a la Señora, pero sólo Lucía había hablado con ella; Jacinta había escuchado todo, pero Francisco había oído sólo la voz de Lucía.
Lucía precisó después que las apariciones de la Virgen no infundían miedo o temor, sino sólo "sorpresa": se habían asustado más con la visión del ángel.
En casa, naturalmente, no les creyeron y, al contrario, fueron tomados por mentirosos; así que prefirieron no hablar más de lo que habían visto y esperaron con ansia, pero con el corazón lleno de alegría, que llegara el 13 de junio.
Ese día los pequeños llegaron a la encina acompañados de una cincuentena de curiosos. La aparición se repitió y la Señora renovó la invitación a volver al mes siguiente y a orar mucho. Les anunció que se llevaría pronto al cielo a Jacinta y Francisco, mientras Lucía se quedaría para hacer conocer y amar su Corazón Inmaculado. A Lucía, que le preguntaba si de verdad se quedaría sola, la Virgen respondió: "No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios".
Luego escribió Lucía en su libro:
En el instante en que dijo estas últimas palabras, abrió las manos y nos comunicó el reflejo de aquella luz inmensa. En ella nos veíamos como inmersos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al cielo y yo en la que se difundía sobre la tierra. En la palma de la mano derecha de la Virgen había un corazón rodeado de espinas, que parecían clavarse en él. Comprendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que pedía reparación.
Cuando la Virgen desapareció hacia Oriente, todos los presentes notaron que las hojas de las encinas se habían doblado en esa dirección; también habían visto el reflejo de la luz que irradiaba la Virgen sobre el rostro de los videntes y cómo los transfiguraba.
La mañana del 13 de julio, cuando los tres niños llegaron a Cova da Iria, encontraron que los esperaban al menos dos mil personas. La Virgen se apareció a mediodía y repitió su invitación a la penitencia y a la oración. Solicitada por sus padres, Lucía tuvo el valor de preguntarle a la Señora quién era; y se atrevió a pedirle que hiciera un milagro que todos pudieran ver. Y la Señora prometió que en octubre diría quién era y lo que quería y añadió que haría un milagro que todos pudieran ver y que los haría creer.
Antes de alejarse, la Virgen mostró a los niños los horrores del infierno (esto, sin embargo, se supo muchos años después, en 1941, cuando Lucía, por orden de sus superiores escribió las memorias recogidas en el libro ya citado. En ese momento, Lucía y sus primos no hablaron de esta visión en cuanto hacía parte de los secretos confiados a ellos por la Virgen, cuya tercera parte aún se ignora) y dijo que la guerra estaba por terminar, pero que si los hombres no llegaban a ofender a Dios, bajo el pontificado de Pío XII estallaría una peor.
Cuando vean una noche iluminada por una luz desconocida, sabrán que es el gran signo que Dios les da de que está por castigar al mundo a causa de sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de la persecución a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, quiero pedirles la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora los primeros sábados. Si cumplen mi petición, Rusia se convertirá y vendrá la paz. Si no, se difundirán en el mundo sus horrores, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia... Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y se le concederá al mundo un período de paz....
Después de esta aparición, Lucía fue interrogada de modo muy severo por el alcalde, pero no reveló a ninguno los secretos confiados por la Virgen.
El 13 de agosto, la multitud en Cova era innumerable: los niños, sin embargo, no llegaron. A mediodía en punto, sobre la encina, todos pudieron ver el relámpago y la pequeña nube luminosa. ¡La Virgen no había faltado a su cita! ¿Qué había sucedido? Los tres pastorcitos habían sido retenidos lejos del lugar de las apariciones por el alcalde, que con el pretexto de acercarlos en auto, los había llevado a otro lado, a la casa comunal, y los había amenazado con tenerlos prisioneros si no le revelaban el secreto. Ellos callaron, y permanecieron encerrados. Al día siguiente hubo un interrogatorio con todas las de la ley, y con otras amenazas, pero todo fue inútil, los niños no abandonaron su silencio.
Finalmente liberados, los tres pequeños fueron con sus ovejas a Cova da Iria el 19 de agosto, cuando, de repente, la luz del día disminuyó, oyeron el relámpago y la Virgen apareció: pidió a los niños que recitaran el rosario y se sacrificaran para redimir a los pecadores. Pidió también que se construyera una capilla en el lugar.
El 13 de septiembre, Cova estaba atestada de personas arrodilladas en oración: más de veinte mil. A mediodía el sol se veló y la Virgen se apareció acompañada de un globo luminoso: invitó a los niños a orar, a no dormir con los cilicios, y repitió que en octubre se daría un milagro. Todos vieron que una nube cándida cubría a la encina y a los videntes. Luego reapareció el globo y la Virgen desapareció hacia Oriente, acompañada de una lluvia, vista por todos, de pétalos blancos que se desvanecieron antes de tocar tierra. En medio de la enorme emoción general, nadie dudaba que la Virgen en verdad se había aparecido.
El 13 de octubre es el día del anunciado milagro. En el momento de la aparición se llega a un clima de gran tensión. Llueve desde la tarde anterior. Cova da Iria es un enorme charco, pero no obstante miles de personas pernoctan en el campo abierto para asegurar un buen puesto.
Justo al mediodía, la Virgen aparece y pide una vez más una capilla y predice que la guerra terminará pronto. Luego alza las manos, y Lucía siente el impulso de gritar que todos miren al sol. Todos vieron entonces que la lluvia cesó de golpe, las nubes se abrieron y el sol se vio girar vertiginosamente sobre sí mismo proyectando haces de luz de todos los colores y en todas direcciones: una maravillosa danza de luz que se repitió tres veces.
La impresión general, acompañada de enorme estupor y preocupación, era que el sol se había desprendido del cielo y se precipitaba a la tierra. Pero todo vuelve a la normalidad y la gente se da cuenta de que los vestidos, poco antes empapados por el agua, ahora están perfectamente secos. Mientras tanto la Virgen sube lentamente al cielo en la luz solar, y junto a ella los tres pequeños videntes ven a san José con el Niño.
Sigue un enorme entusiasmo: las 60.000 personas presentes en Cova da Iria tienen un ánimo delirante, muchos se quedan a orar hasta bien entrada la noche.
Las apariciones se concluyen y los niños retoman su vida de siempre, a pesar de que son asediados por la curiosidad y el interés de un número siempre mayor de personas: la fama de Fátima se difunde por el mundo.
Entre tanto las predicciones de la Virgen se cumplen: al final de 1918 una epidemia golpea a Fátima y mina el organismo de Francisco y Jacinta. Francisco muere santamente en abril del año siguiente como consecuencia del mal, y Jacinta en 1920, después de muchos sufrimientos y de una dolorosísima operación.
En 1921, Lucía entra en un convento y en 1928 pronuncia los votos. Será sor María Lucía de Jesús.
Se sabe que, luego de concluir el ciclo de Fátima, Lucía tuvo otras apariciones de la Virgen (en 1923, 1925 y 1929), que le pidió la devoción de los primeros sábados y la consagración de Rusia.
En Fátima las peticiones de la Virgen han sido atendidas: ya en 1919 fue erigida por el pueblo una primera modesta capilla. En 1922 se abrió el proceso canónico de las apariciones y el 13 de octubre se hizo pública la sentencia de los juicios encargados de valorar los hechos: "Las manifestaciones ocurridas en Cova da Iria son dignas de fe y, en consecuencia, se permite el culto público a la Virgen de Fátima".
También los papas, de Pío XII a Juan Pablo II, estimaron mucho a Fátima y su mensaje. Movido por una carta de sor Lucía, Pío XII consagraba el mundo al Corazón Inmaculado de María el 31 de octubre de 1942. Pablo VI hizo referencia explícita a Fátima con ocasión de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Juan Pablo II fue personalmente a Fátima el 13 de mayo de 1982: en su discurso agradeció a la Madre de Dios por su protección justamente un año antes, cuando se atentó contra su vida en la plaza de San Pedro.
Con el tiempo, se han construido en Fátima una grandiosa basílica, un hospital y una casa para ejercicios espirituales. Junto a Lourdes, Fátima es uno de los santuarios marianos más importantes y visitados del mundo.

domingo, 1 de mayo de 2011

JUAN PABLO II, BEATO





"Abran las puertas a Cristo"
                                              J.P. II

Como Cristo, desde la humildad y la templanza, con dolores y tristezas, con felicidad y esperanzas, Jun Pablo llega a los altares de la Iglesia, no para ser adorado; sí para ser amado, para protegernos, para que su amor de Papa Peregrino, nos alcance y nos cubra con su sonrisa sincera.
¡Qué hermoso día!


Juan Pablo II, prega per noi.
Juan Pablo II, ruega por nosotros.

domingo, 24 de abril de 2011

¡FELICES PASCUAS!

Gloria - Jose Carreras


Mateo, Capítulo 28

28:1 Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro.


28:2 Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella.


28:3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.


28:4 Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos.


28:5 Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.


28:6 No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.


28:7 E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis. He aquí, os lo he dicho.


28:8 Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos,


28:9 he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.


28:10 Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.

Palabra del Señor.

Así nos alegramos con la Resurrección del Señor. Como cristianos, es uno de los momentos más importantes, en donde no sólo renovamos la Fe, si no que también nos ponemos en servicio del Señor, para ubicarnos junto al hermano más necesitado de cuerpo y espíritu.
La Misericordia, ya casi olvidada por muchos, es aflorada por quienes luchan día a día por todas las almas tristes y desesperanzadas.
Tengamos presente, en estas Pascuas de Resurreción, la entrega absoluta de Jesús para la salvación de nuestros pecados. Seamos misioneros de Su Palabra y de Sus Acciones.
El camino del Señor es uno solo, Jesús nos lo afirma en su entrega.
 
 

viernes, 22 de abril de 2011

EL ESTRÉS DE JESÚS, ENSAYO MÉDICO - HISTÓRICO

De el Dr. Daniel López Rosetti, especialista en clínica médica y cardiólogo universitario y una notable experiencia en lo que se refiere al estrés en las personas.

... en atención a interpretar el proceso del estrés condicionado por un intenso sufrimiento, se deberán considerar los padecimientos previos a la crucifixión como causas condicionantes de agotamiento psicofísico.

El suplicio y la flagelación. El flagrum.

La crucifixión romana era precedida por un intenso suplicio procurado por los soldados romanos. Recordemos que los judíos no tenían permitido por entonces la aplicación de la pena de muerte, sólo en casos especiales y lo designaba Poncio Pilatos. La pena máxima comenzaba con el castigo de los azotes. Una ley muy antigua judía limitaba el número a 40 para evitar el daño extremo al condenado. Si embargo esta ley no era aplicable a los romanos que podían azotar sin límites al reo.

En resumen...

Jesús sufrió ya desde su detención un proceso de estrés, primero agudo, evidenciado por la activación del sistema simpático y liberación de adrenalina en sangre, y luego se agregaron elementos propios del estrés crónico, como la liberación de ACTH (adrenocorticotrofina) hipofisiaria y la elevación de glucocorticoides por parte de las glándulas suprarrenales. Hay que considerar que Jesús fue sometido en este período a un intenso sufrimiento debido al estrés "psicológico" propio de la detención y enjuiciamiento al que se agregó el "estrés físico" de los castigos y la crucifixión.
Jesús fue sometido a latigazos con el flgrum romano, los que provocaron la laceración en los tejidos con dolor intenso, hemorragia, y fenómenos inflamatorios. (Repercuciones cardiovasculares, destrucción de los tejidos más superficiales y profundos, daño en el tejido celular subcutáneo, capa de las células adiposas, aponeurosis, pérdida de sangre y líquidos)
A estos efectos hay que agregar el dolor de la corona de espinas que no es menor. Por el contrario, el cuero cabelludo se encuentra intensamente inervado e irrigado. Por lo tanto, su traumatismo continuo provocó un intenso dolor, ya que los nervios que trasmiten la sensibilidad de esa región del cuerpo son muy sensibles. Es el caso del nervio trigémino ( que trae información también de oídos, córnea y dentadura). Asimismo la fuerte irrigación sanguínea del cuero cabelludo hace que la pérdida de sangre ante cualquier traumatismo sea intensa.
Tanto el dolor como el propio traumatismo de los azotes y la espinas condicionaron intensos cambios físicos. Entre ellos: hemorragia, hipotensión arterial, taquicardia, taquipnea, hipercapnia, acidosis respiratoria y metabólica y en estadíos finales un cuadro clínico de shock. (cuadro clínico de claudicación o ineficiencia cardiocirculatora, las arterias se dilatan y así disminuye la presión arterial)
Clínicamente puede observarse en esta condición una piel pálida, fría y sudorosa. En estadíos avanzados se observará cianosis con coloración azulada de labios y lecho ungueal.
La crucifixión propiamente dicha fue llevada a cabo por los romanos en forma habitual. Se hacía que el condenado transportara por sus propios medios la porción horizontal de la cruz, el "patibulum", hasta el lugar de la crucifixión. Ahí se fijaban las manos sobre el patíbulum con clavos de 15 a 20 cm de longitud, que atravesaban los huesos de las muñecas (y no de la palma de las manos) a los efectos que estos pudieran sostener el peso del cuerpo. Luego el patíbulum con el cuerpo de Jesús fue subido a una pieza de madera vertical, la "stipe", y ajustada en su extremo por medio de un orificio en el patíbulum. Así quedaba constituída una cruz en forma de T. Luego eran clavados sus pies con un sólo clavo, que atravesaba ambos talones a la vez. Así sólo quedaba que Jesús muriera en la cruz por asfixia, ya que es esta la causa básica de muerte por crucifixión. La respiración es muy dificultosa en esta condición y el crucificado solo puede inspirar elevando el cuerpo hacia arriba apoyando sus pies clavados pr sus talones y traccionando hacia arriba por sus brazos clavados en el patíbulum por sus muñecas. No es fácil imaginar tan intenso dolor para cada movimiento respiratorio.
En estos últimos minutos Jesús presentó todas las condiciones clínicas que lo llevarían a la muerte.
Neurológicamente es posible cierto estado de estupor, adormecimiento o disminución del estado de conciencia propio de la condición clínica de shock.

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Jesús muere luego de 6 horas de crucifixión, un viernes a las 3 de la tarde. Muere antes que los dos ladrones, que fueron crucificados con Él. y esto muy probablemente sea debido al estrés intenso, tanto psicológico y emocional como físico, al que fue sometido antes de la crucifixión.