BUBONIS

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viernes, 28 de enero de 2011

MADAME BOVARY

Todos los que han paseado por mi blog, anónimos y no anónimos, saben bien que amo las descripciones. Mientras leo este libro, lectura pendiente durante mucho tiempo, me deleito con descripciones maravillosas que trasladan mi mente, mi alma y mis sentidos, a lugares y momentos tan soñados o esperados. Fragmentos de esta obra hermosa iré copiando en mi blog para compartir los viajes de ensueños más bellos. Muchas veces me pregunté si alguna vez estuve allí, en esa época, en estos lugares, con esta gente, no lo sé, quizás sólo sean las ansias de vivir apasionadamente lo que me arma estos pensamientos.
Flaubert, Gustave:  (Ruan, Alta Normandía, 12 de diciembre de 1821 – Croisset, Baja Normandía, 8 de mayo de 1880)
"En las hermosas tardes de verano, a la hora en que las calles tibias están vacías, cuando las criadas juegan al volante en el umbral de las puertas, abría la ventana y se asomaba. El río que hace de este barrio de Rouen como una innoble pequeña Venecia, corría a11á abajo, amarillo, violeta, o azul, entre puentes, y algunos obreros agachados a la orilla se lavaban los brazos en el agua.

Se juega con raquetas, como el tenis, y consiste en lanzar y devolver una pelota ligera de corcho o de madera, provisto de unas plumas en corona.
De lo alto de los desvanes salían unas varas de las que colgaban madejas de algodón puestas a secar al aire. Énfrente, por encima de los tejados, se extendía el cielo abierto y puro, con el sol rojizo del ocaso. ¡Qué bien se debía de estar allí! ¡Qué frescor bajo el bosque de hayas! Y el muchacho abría las ventanas de la nariz para aspirar los buenos olores del campo, que no llegaban hasta él."
...
 
"Ya había ce­sado de llover; comenzaba a apuntar el día y en las ramas de los manzanos sin hojas unos pájaros se mantenían inmóviles, erizando sus plumitas al viento frío de la mañana. El campo llano se extendía hasta perderse de vista y los pequeños grupos de árboles en torno a las granjas formaban, a intervalos aleja­dos, unas manchas de un violeta oscuro sobre aquella gran superficie gris que se perdía en el horizonte en el tono mortecino del cielo. "
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"En las cuadras, por en­cima de las puertas abiertas, se veían grandes caballos de la­branza comiendo tranquilamente en pesebres nuevos. A lo lar­go de las instalaciones se extendía un estercolero, de donde as­cendía un vaho, y en el que entre las gallinas y los pavos pico­teaban cinco o seis pavos reales, lujo de los corrales del País de Caux. El corral era largo, el granero era alto, de paredes lisas como la mano. Debajo del cobertizo había dos grandes carros y cuatro arados, con sus látigos, sus colleras, sus aparejos com­pletos cuyos vellones de lana azul se ensuciaban con el fino polvo que caía de los graneros. El corral iba ascendiendo, plantado de árboles simétricamente espaciados, y cerca de la charca se oía el alegre graznido de un rebaño de gansos. Una mujer joven, en bata de merino azul adornada con tres volan­tes, vino a la puerta a recibir al señor Bovary y le llevó a la co­cina, donde ardía un buen fuego, a cuyo alrededor, en ollitas de tamaño desigual, hervía el almuerzo de los jornaleros. En el interior de la chimenea había ropas húmedas puestas a secar. La paleta, las tenazas y el tubo del fuelle, todo ello de propor­ciones colosales, brillaban corno acero pulido, mientras que a lo largo de las paredes se reflejaba de manera desigual la clara llama del hogar junto con los primeros resplandores del sol que entraba por los cristales."
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"La señorita Rouault no se divertía nada en el campo, sobre todo ahora que tenía a su cargo ella sola los trabajos de la granja. Como la sala estaba fresca, tiritaba mientras comía, lo cual descubría un poco sus labios carnosos, que tenía la costumbre de morderse en sus momentos de silencio.

Llevaba un cuello vuelto blanco. Sus cabellos, cuyos bandós negros parecían cada uno de una sola pieza de lisos que estaban, se separaban por una raya fina que se hundía ligeramente siguiendo la curva del cráneo, y dejando ver apenas el lóbulo de la oreja, iban a recogerse por detrás en un moño abundante, con un movimiento ondulado hacia las sienes que el médico rural observó entonces por primera vez en su vida. Sus pómulos eran rosados. Llevaba, como un hombre, sujetos entre los dos botones de su corpiño, unos lentes de concha."
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"Ella le acompañaba siempre hasta el primer peldaño de la escalinata. Hasta que no le traín el caballo, esperaba a11í. Como ya se habían despedido, no se hablaban más; el aire libre la en­volvía arremolinando los finos cabellos locuelos de su nuca o agitándole sobre la cadera las cintas del delantal que se enros­caban como gallardetes. Una vez, en época de deshielo, la cor­teza de los árboles chorreaba en el corral, la nieve se derretía sobre los tejados de los edificios. Emma estaba en el umbral de la puerta; fue a buscar su sombrilla y la abrió. La sombrilla, de seda de cuello de paloma, atravesada por el sol, iluminaba con reflejos móviles la piel blanca de su cara. Ella sonreía debajo del tibio calorcillo y se oían caer sobre el tenso muaré, una a una, las gotas de agua."


Seguirá  más adelante.....

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