BUBONIS

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viernes, 20 de mayo de 2016

LA CATEDRAL

De http://www.bibliofiloenmascarado.com/
LA CATEDRAL, de Vicente Blasco Ibáñez
Reseña
La trama de la novela en sí, la ficción narrativa del argumento, es bastante simple y sencilla en su desarrollo y sería muy fácil de leer, si no fuera porque Blasco la utiliza casi como una excusa para desarrollar todo un ideario social y político, de una forma extensa y prolija, por boca de su protagonista principal, Gabriel Luna.
No se cita en ningún momento, fecha alguna que nos ubique la historia en el tiempo, pero es fácil de deducir, por los distintos acontecimientos que se citan, que estamos al finales del siglo XIX, allá por los años ochenta, o sea contemporánea con la época del autor.
LA CATEDRALComienza la historia con un Gabriel Luna, que regresa a buscar refugio en la Catedral de Toledo, lugar donde nació y se crió. Ese reencuentro con sus orígenes le llevan a echar la vista atrás y a través de la narración de sus recuerdos es como vamos a conocer su historia.
Es descendiente de una familia en la que sus antepasados más próximos se han dedicado desde siempre a trabajar en la catedral como jardineros, y en ese ambiente se cría Gabriel, cuya inteligencia y dotes para el estudio le llevan a ingresar en el seminario.
Sin embargo, poco antes de ordenarse, estalla la guerra carlista y junto con otros seminaristas, parte a luchar por la causa del pretendiente a la Corona.
La guerra termina, pero Gabriel, en vez de regresar, decide ampliar sus horizontes y conocimientos y se marcha a Francia, donde aprende el idioma, hace nuevas amistades y lee a Darwin, Kropotkin, Bakunin…, llevándose así a cabo una evolución personal, que le llevará a perder la fe y a convertirse de seminarista a punto de ordenarse en activo militante anarquista.
Viaja por distintos países de Europa y sus actividades le llevan a ser perseguido por los distintos poderes políticos, hasta que finalmente es encarcelado en la cárcel de Montjuich, acusado injustamente de participar en un sangriento complot.
Allí pasa dos años de penurias y torturas hasta que, enfermo y debilitado, es puesto en libertad y después de recorrer distintos lugares de España en unas penosas condiciones de vida, acude al único sitio que le queda para refugiarse y vivir sus últimos días en paz, La Catedral de Toledo.
Su hermano Esteban, El Vara de Palo, le acoge y le presta ayuda para que se recupere en lo posible y viva tranquilo en lo que fue su antigua vivienda familiar en el claustro alto, Las Claverías, donde habitan en medio de pobreza y miseria todas la familias de sirvientes de la Catedral. Es la única familia y el último refugio que le queda.
Gabriel acepta la situación y en principio se muestra pasivo y dócil, ante las recomendaciones de su hermano, mientras poco a poco va recuperando algo de su maltrecha salud.
Empieza a entablar amistad con el resto de habitantes de las Claverías, el campanero, el zapatero, el perrero, apodado el Tato, que además es sobrino suyo, don Luis, el maestro de capilla, un cura mas interesado en la música que en la fe… y casi sin darse cuenta y aún en contra de sus deseos, vuelve a surgir el Gabriel rebelde, el activista, el defensor de los ideales de los pobres y marginados.
Poco a poco va inculcando sus ideas a sus vecinos. Personajes que no han conocido otra vida que la pobre y mísera que llevan dentro de la catedral y que abren sus ojos y sus mentes a las ideas y proclamas que Gabriel les va exponiendo.
Además, y con la ayuda de la anciana y sabia Tomasa, tía suya, consigue localizar a Sagrario, su sobrina, hija de Esteban, a quien este repudió por abandonar la familia y la Catedral, enamorada a un cadete que a su vez también la abandona. Igualmente enferma y maltratada por la vida, regresará a Las Claverías gracias a su tío y comenzará también a participar como oyente en las tertulias que éste organiza, por supuesto a escondidas de las altas autoridades eclesiásticas.
SALA CAPITULAR
Aunque llegado el momento, tampoco duda en exponer sus ideas al padre Antolín, El Vara de Plata, responsable de los oficios y curas de la catedral, con quien mantiene de cuando en cuando enconados debates.
Gabriel va alternando sus tertulias, con algunos trabajos que don Antolín le proporciona, con el ánimo de mantenerle ocupado y rebajar así la frecuencia de sus “instructivas” charlas con los empleados de la Catedral, en quienes va notando como empiezan a insolentarse con él y a volverse incluso violentos.
No son desde luego las ideas que Gabriel pretendía inculcar a sus “discípulos” a través de sus charlas, pero estos, una vez empapados y convencidos de sus ideas, empiezan a ver en su maestro a un personaje de mucha palabra y poca acción y con la excepción de su sobrina Sagrario y de don Luís, comienzan a urdir un plan de rebelión, entendido a su manera, que va a acabar en tragedia.
Hasta aquí y a grandes rasgos, es lo que sería la trama de la novela. Profunda en la idea pero sencilla y fácil de asimilar, sin demasiadas complicaciones ni situaciones forzadas o poco creíbles.
Sin embargo, La Catedral es mucho más, para bien o para mal.
Blasco no abandona en esta novela el naturalismo ni mucho menos. La descripción del lugar y de los personajes sigue en la línea de sus primeras novelas regionalistas, Las novelas valencianas. La exhaustiva descripción de la Catedral es buena muestra de ello.
Un recorrido por la misma, minuciosamente cuidado y detallado. Casi una visita virtual, nos lleva a conocerla por dentro y por fuera. El coro, la sacristía, las distintas capillas, la sala capitular, los claustros, las puertas de acceso… Todo es descrito al detalle, con innumerables apuntes históricos y arquitectónicos y sin escatimar elogios ni críticas a su construcción.
Los personajes, por otra parte, están perfectamente estereotipados. Con esa forma cruda y ruda de describirlos, típica de Blasco, los conoceremos uno a uno tanto por dentro como por fuera. Todos sus anhelos, ilusiones y miserias quedaran al desnudo ante el lector, como retrato de esa parte de la sociedad oculta bajo el manto catedralicio.
Se trata de una sociedad o más bien de una comunidad, que vive cerrada al resto del mundo. Detenida en tiempos pasados y ciega en la oscuridad de la Catedral. Una comunidad a la que sin embargo vuelven a buscar refugio aquellos que en su momento se atrevieron a abandonarla, como si de hijos pródigos se tratara. Una comunidad que incluso se extiende fuera de los muros de la Catedral. Casi toda la ciudad, vive de alguna manera a expensas de ella y de su poder.
SACRITIA
Pero Blasco no se queda ahí. Blasco es un animal político y lo es hasta cuando duerme. Por eso aprovecha para convertir la novela, por momentos, en una especie de ideario anarquista, en una soflama anticlerical, antimonárquica y opuesta a cualquier poder establecido que explote a las capas mas bajas de la sociedad.
Eso si, bajo mi modesto criterio, con esa especie de moralina final que he creído ver, al hacer terminar en desastre y tragedia todo el ideario que Blasco expone por boca del protagonista, Gabriel Luna.
Entiendo que Blasco, que nunca se proclamó anarquista, quiere trasmitir algo con ese final. Y lo entiendo porque es un autor que, pese a sus formas a veces un tanto desbordadas, tanto a la hora de escribir como a la hora de exponer sus ideas en los discursos y oratorias, es de los que “no dan puntada sin hilo”.
Por eso mismo, tampoco es casual el lugar escogido para desarrollar la obra. Nada menos que la Catedral de Toledo, La Catedral Primada de España. En aquella época, todavía el centro del poder eclesiástico de la nación, aunque ya en franca decadencia.
Es en este aspecto político de la novela, donde a mi modo de ver, la obra se resiente literariamente. Donde el lector va a tener más dificultades a la hora de seguir el ritmo.
Los diálogos y exposiciones de ideas, se hacen a veces demasiado largos e incluso tediosos, pese a que son exposiciones claras y sencillas de entender, aún sin estar de acuerdo con ellas.
Esas largas exposiciones, que en muchas ocasiones pueden considerarse casi como ensayos, rompen el discurrir de la trama, haciendo que el lector se pierda un poco en ellas, y le cueste después retomar el hilo.
En fin, y resumiendo lo expuesto, podríamos decir que se trata de una obra con tres aspectos a destacar.
Por un lado una trama argumental sencilla aunque con algunos tintes profundos, que seguramente pueden dar al lector en que pensar.
Por otro un realismo descriptivo de lugares y personajes, al más puro estilo Blasco. Crudo y sin concesiones.
Y por último, todo un ideario social y político intercalado en la trama, que a veces os podrá resultar excesivo y aburrido, y que incluso puede dar lugar a perder el hilo narrativo.
CLAUSTRO ALTO-LAS CLAVERIAS
Eso es lo que os vais a encontrar los que os animéis a leerla.
Como ultimo apunte, deciros que esta edición de la Editorial Paréntesis, incluye un prólogo de Martín Merino Ruiz-Funes, que recomiendo encarecidamente leer antes de la propia obra, pues ayuda y mucho a situar al autor y a la novela en su justo contexto.