BUBONIS

BUBONIS

miércoles, 17 de julio de 2013

EL HORNERO SERAFÍN Dedicado a mi hija Carla, la flamante arquitecta!!!

El hornero Serafín puso un enorme cartel frente a su nido, que decía: "ARQUITECTO SERAFÍN", construye su casa de medida.

Enseguida corrió la noticia entre todos los habitantes del bosque y sus alrededores.
Emilia, la nutria que vivía junto al río, fue la primera en encargarle una casa nueva porque ya estaba cansada de que se le inundara la suya cada vez que crecía el río. Y por eso le pidió a Serafín que le construyese otra mejor.
Serafín, que era un gran arquitecto, se puso a trabajar: primero hizo muchos cálculos, después los planos y por último, ¡una casa junto al agua y a prueba de inundaciones!
Emilia estaba requetecontenta con su nuevo hogar: era de madera, sobre cuatro patas y con una escalera.
Claro, con una vivienda tan alta, por más que creciese el río, ¡nunca podría alcanzarla!
También el puma Matías quiso una casa mejor porque, durante el invierno, la cueva donde vivía era muy fría y húmeda.
Entonces Serafín le construyó una cabaña de lujo, al pie de las sierras, con paredes de piedra, resistentes a cualquier tormenta y una estufa de leña con una chimenea, para que las noches de invierno no fueran tan frías. Matías podría dormir tranquilo, aunque cayera mucha nieve.
Y Serafín se hizo tan, pero tan famoso, que un día recibió una carta nada menos que, ¡del Polo Norte! Carolina la foca, le encargaba una casa.
Esta vez, el hornero tuvo que consultar un enorme libro, muy morrocotudo, para saber cómo se edificaban las viviendas en lugares tan, pero tan requetefríos como el Polo.
Por suerte, la explicación era clara: tenían forma redonda, se hacían con bloques de hielo y se llamaban "iglúes".
A Serafín le parecía muy extraño. Él había trabajado con ladrillos, piedras, madera y también adobe, como en su nido, ¡pero nunca con hielo!
A pesar de todo, puso manos a la obra y construyó un bonito "iglú", igualito al de la foto que mostraba el libro importante y morrocotudo.
También fabricó un cajón muy grande para meter adentro y enviar el iglú al Polo Norte.
Los amigos de Serafín lo acompañaron al puerto y todos juntos despacharon el gran cajón, con una etiqueta que decida: Sra. Carolina la Foca; de parte de Serafín, el hornero arquitecto.
El viaje fue muuuy largo y el barco pasó por lugares donde hacía muuucho calor. Y fue por ahí donde el iglú se derritió... y el agua se escurrió entre las maderas del cajón... y el cajón... ¡quedó vacío!
Por, eso, cuando Carolina la foca recibió el cajón vacío, exclamó entusiasmada:




-¡Pero qué moderno! ¡Un iglú cuadrado y de madera! -y muy contenta se instaló adentro.
Todos los pingüinos y focas del Polo, fueron a admirar el raro iglú "último modelo" de la foca Carolina.


BARTHE, Raquel Marta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario