BUBONIS

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jueves, 29 de noviembre de 2012

TORO NEGRO DE ESPAÑA - TORO DE OSBORNE


Publicado en el Periódico Don Quijota, España


Unos de los símbolos “nacionales” más conocidos por todos aquellos turistas que visitan España es un enorme toro negro que vigila carreteras españolas. Pero, al contrario de lo que muchos piensan, ese toro no es un símbolo de lo español, tan sólo es una marca publicitaria de unas bodegas llamadas Osborne para promocionar Veterano, un brandy jerez.
El grupo Osborne nació en 1772, y con más de 200 años de historia se considera una de las empresas en activo más antiguas del mundo (ocupa el puesto 94) y es la segunda con mayor antigüedad en España.


Su fundador fue Thomas Osborne Mann, un comerciante inglés procedente de Exeter que se afincó en Cádiz. En el Puerto de Santa María trabó amistad con otros habitantes de origen británico propietarios de bodegas y se casó con la hija de uno de los apoderados de Duff Gordon, con la que tuvo 5 hijos, los cinco primeros Osborne.
Dos de sus hijos heredan la empresa, Tomás y Juan Nicolás. El primero de ellos se hizo cargo de ella al alcanzar la mayoría de edad, mientras que el segundo se dedicó a la carrera diplomática, siendo nombrado Conde de Osborne. Juan Nicolás no tuvo descendencia con lo cual el título de conde fue heredado por su sobrino, el hijo de Tomás y heredero del negocio que lo continuó con éxito.
En 1956 la Agencia de publicidad Azor, por encargo de la compañía, crea la primera campaña, que era la silueta de un toro bravo de 4 metros de altura fabricada en madera. Estos toros se comenzaron a instalar un año después, en 1957.
A partir de 1961 se comienzan a fabrican en chapa metálica para evitar el deterioro por las inclemencias del tiempo. Se le aumentó el tamaño hasta alcanzar los 7 metros. Pero con las nuevas normativas publicitarias de 1962 se obligaba a alejar la publicidad de las carreteras, con lo cual se decidió construirlos de 14 metros de altura, tal y como hoy los conocemos, para ser vistos mejor.
Hay en total 90 toros de Osborne distribuidos por las carreteras españolas, 10 de ellos en la provincia de Cádiz, pero podemos verlos en todos los rincones de la geografía española. Esta gran distribución, todo un éxito de la publicidad, ha llevado a que se identifique este toro con lo español, incluso es típico ver en el fútbol nacional banderas españolas con la silueta de este toro, camisetas, gorras, toallas, etc.


El Grupo Osborne ha continuado siendo un modelo de empresa familiar líder en el mercado de bebidas y alimentación hoy en día, y todos deseamos que su toro bravo siga cuidándonos en los viajes por carretera como símbolo de España.









Nuevos datos: 

EL TORO EN EL ARTE Y LA PUBLICIDAD

Mi foto
La silueta recortada de un toro sobre una loma es una imagen presente en el imaginario colectivo español. Creación original del pintor Enrique Mélida plasmada en su cuadro "Se aguó la fiesta", esta imagen ha sido ampliamente reproducida en todo tipo de objetos de decoración y publicidad, desde los abanicos pericones de las damas de hace un siglo hasta las camisetas de los actuales hinchas de fútbol. El símbolo del toro ha acompañado a la cultura mediterránea a lo largo de los siglos.

Seguir leyendo en:  http://torodemelida.blogspot.com.ar/

lunes, 26 de noviembre de 2012

ARTROSIS


¿QUÉ ES?

La artrosis es una enfermedad degenerativa de las articulaciones y produce el desgaste del cartílago. Esta patología puede a producir incapacidad funcional, aunque es difícil que provoque un grado de invalidez que impida desempeñar las actividades cotidianas necesarias. La erosión del cartílago articular, provoca la alteración del cartílago articular del hueso opuesto de la propia articulación que, a su vez, comienza a sufrir el mismo proceso. Así, llega un momento en que los cartílagos pueden llegar a desaparecer y se produce el dolor. Aún sin llegar a esta situación, y a medida que desaparece el cartílago, el hueso reacciona y crece por los lados (osteofitos), produciendo la deformación de la articulación.

CAUSAS

  • Anormalidad de las células que sintetizan los componentes del cartílago, como colágeno (una proteína resistente y fibrosa del tejido conectivo) y proteoglicanos (sustancias que dan elasticidad al cartílago).
  • Influencia genética.
  • El sobrepeso, tanto fisiológico (obesidad) como el ocasionado por desempeñar profesiones que exijan realizar esfuerzos físicos muy intensos.

SÍNTOMAS DE ARTROSIS

Los síntomas de la artrosis son progresivos y dilatados en el tiempo. Quizá el síntoma más temido sea el dolor, que en un primer estadio está asociado al movimiento y al esfuerzo al que se somete la articulación. En esta fase, el dolor cesa con el reposo. Posteriormente, el agravamiento de la artrosis hará que el dolor aparezca tras el reposo y tras el ejercicio prolongado estos periodos de tiempo se van dilatando y haciendo más continuos, hasta que el dolor es casi constante. El reposo provoca que los músculos que rodean la articulación se atrofien. Además, en otros casos, el dolor y las deformaciones de los huesos provocan contracturas musculares.
El deterioro muscular ayuda a que la enfermedad sea más severa, puesto que coarta los movimientos naturales de la articulación y produce más dolor. Otro síntoma de la enfermedad es la rigidez de la articulación que impide que los movimientos se desarrollen sin dolor. Las zonas cervical y lumbar de la columna también pueden verse afectadas por esta enfermedad.

PREVENCIÓN

Es recomendable llevar una dieta sana y equilibrada, realizar ejercicio físico moderado (acorde con la edad y el estado físico de la persona) y evitar la obesidad. También es necesario limitar los esfuerzos físicos intensos, tales como cargar objetos pesados o desempeñar actividades laborales que exijan un esfuerzo físico intenso. Los deportes de contacto, como el fútbol o el rugby, no se recomiendan a aquellas personas con artosis. Estas prácticas deportivas son, frecuentemente, uno de los factores que desencadenan la enfermedad. De hecho, muchos futbolistas padecen artrosis de rodilla debido a que sufren daños en una articulación de la rodilla, el menisco.
En caso de padecer ya la enfermedad, se deben evitar los movimientos que producen dolor, ya sea utilizando preferentemente otras articulaciones o limitando el uso de las enfermas. Sin embargo, esto no quiere decir que se deba tender a la situación de inmovilidad de estas últimas. Hacer ejercicio con las articulaciones enfermas es fundamental tanto para mantener la movilidad como para fortalecer los músculos y así evitar que la articulación quede fláccida. Este ejercicio debe ser suave y que no provoque dolor. Si es excesivo, ya sea en tiempo, esfuerzo o intensidad, siempre será perjudicial. El uso de bastones o muletas y reducir el esfuerzo de las articulaciones enfermas, es una forma de evitar el dolor y la degeneración de la enfermedad.
En la artrosis del pulgar, el uso de utensilios con mango ancho (que eviten los movimientos prensiles), evitar sostener objetos con los dedos o el uso de férulas inmovilizantes durante el trabajo, son medidas recomendables. El frío o el calor (en forma localizada, en ambos casos) pueden, respectivamente, aliviar temporalmente el dolor y la sensación de rigidez articular. Una ducha caliente con chorro a presión en las articulaciones enfermas puede ser muy recomendable.

TIPOS DE ARTROSIS

  • La artrosis produce dolor en las partes interna o frontal de la rodilla cuando se la obliga a un esfuerzo. Por este dolor, y por la evolución degenerativa, puede producir cojera cuando la enfermedad alcanza un estadio severo. Además, en cualquier momento de la enfermedad, el movimiento de la articulación suele causar chasquidos.
  • La artrosis en las manos puede estar ligada al sexo femenino y a la herencia genética. Empieza por una articulación y se va extendiendo al resto: el dolor acompaña la evolución de la enfermedad, siendo más fuerte al principio, y mitigándose a medida que aparecen los “nódulos”. Las molestias suelen desaparecer a medida que la deformación se completa. La funcionalidad de la mano es normal salvo que la articulación quede un poco flexionada o desviada.
  • La artrosis en el pulgar puede coartar los movimientos de presión. Suele afectar al sexo femenino.
  • La artrosis de cadera provoca dolor en la ingle y la zona interna del muslo, aunque a veces se puede “reflejar” en la rodilla —sin molestias en otra zona—. En estadios avanzados, puede dar lugar a dolor nocturno (por la posición de descanso), o dificultades para flexionar las piernas o caminar. La artrosis que afecta a la cadera se suele asociar a personas que desempeñan labores agrícolas, sin maquinaria adecuada y desde muy temprana edad.

DIAGNÓSTICOS

Con una entrevista con el paciente y una exploración articular se suele conseguir la diagnosis. Si el especialista quiere confirmar el diagnóstico y determinar cual es el estadío de la enfermedad, se pueden realizar pruebas que consisten en la aspiración del líquido articular mediante una artroscopia (suele utilizarse sólo en la articulación de la rodilla) o la realización de radiografías u otras técnicas de imagen (ecografía, escáner, etc).

TRATAMIENTOS

  • Existen medicamentos, antiinflamatorios y analgésicos, que pueden ayudar a aliviar los síntomas producidos por la artrosis: tanto el dolor como la rigidez de la articulación. Estos fármacos tienen el inconveniente de que pueden producir problemas gástricos como las úlceras. Por otra parte, el sulfato de glucosamina puede ayudar a ralentizar la progresión de la enfermedad.
  • La rehabilitación de la articulación dañada es otro procedimiento habitual en el tratamiento de la artrosis.
  • Fisioterapia y tratamiento con calor local: para aliviar el dolor de los dedos es recomendable, por ejemplo, calentar cera de parafina mezclada con aceite mineral a una temperatura de 48 a 51 ºC, para luego mojar los dedos, o tomar baños tibios o calientes.
  • Tratamientos quirúrgicos: la cirugía también resuelve los casos en que las articulaciones de carga (cadera) estén muy dañadas debido a un estado muy avanzado de la enfermedad. Sin embargo, como todas las intervenciones quirúrgicas, éstas tampoco están exentas de riesgo. Los problemas principales que pueden aparecer después de una operación son: desprendimiento de la prótesis, debido a que ésta no encaja bien, o las infecciones.

domingo, 25 de noviembre de 2012

NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD



Cuando Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, llegó a España en 1560, siendo aún una adolescente, trajo consigo un cuadro grande para su Capilla, representando a la Virgen sola, tras la sepultura del Señor.
Cuando mas suelta estaba en la lengua castellana y conforme al deseo del Rey, su marido, cambió el confesor francés que había traído, por confesor español, lo escogió en la orden religiosa de los mínimos de San Francisco de Paula y su Camarera Mayor, la muy piadosa Condesa de Ureña, recomendó para tal fin a un fraile, muy piadoso también, Fray Diego de Valbuena, toledano, al que por orden del Rey se le permitió libre entrada en Palacio.

El Padre Valbuena, por su sincera humildad y timidez en pedir influencias, acabó ganándose la admiración de los Reyes, que haciendo una excepción a decretos facilitaron un solar cerca de la Puerta del sol, extramuros entonces de Madrid, donde se levantó el Convento de la Victoria de los mínimos.

Los mínimos eran devotos de los Dolores de María y Fray Simón Ruiz, que acompañaba a Palacio a Fray Valbuena y era experto en pinceles, ya tenía puestos los ojos en el cuadro francés de Dª Isabel, comprometiendo al confesor a que se lo pidiera para el altar mayor de la nueva iglesia.

Enterada la Condesa de Ureña, desaconsejó la petición pues “tienelo S.M. por prenda muy querida desde su niñez en Paris”.

Llegó este deseo a oídos de la Reina y ofreció al pintor Fray Simón el cuadro en préstamo, para que hiciera la más exacta copia. Pero viendo el lienzo convinieron en que se hiciera una copia, pero no de pincel, sino de bulto. Intervino aquí D. Fadrique de Portugal, Caballerizo Mayor de S.M., sugiriendo al escultor Gaspar Becerra.

Aceptó éste el real encargo y puso manos a la obra. Talló una cabeza, pero no gustó a la Reina, talló una segunda, que al igual que la primera, aunque estaba muy bien tallada no guardaba el parecido con la Soledad del lienzo, y la Reina sentenció: “Si a la próxima vez no lo lográis, me obligaréis, contra mi voluntad, a llamar a otro escultor y pintor”.

Volvió Becerra al taller, se puso en oración. Hacía mucho frío y crepitaban los leños en la chimenea, cuando en la madrugada decidió acostarse. En sueños una voz, que mas tarde no sabría decir si de hombre o de mujer, le susurra varias veces “Gaspar, despierta, levántate, ve a la lumbre; arde allí un grueso tronco de roble; mátale el fuego, sácalo y lábrale, que ahora sacarás la imagen que deseas”.

Lo hizo el artista y esta vez la Reina quedó admirada. Gaspar Becerra mismo pintó la talla.

Diego Valbuena preguntaba “¿Cómo la vestiremos?” La Condesa de Ureña replicó “misterio es éste que dice de soledad y viudez... pues, sea negro su hábito, Padre Valbuena, como mis propias sayas y tocas de solitaria viuda...” y le regaló a la imagen rico manto negro. Y en el Convento de la Victoria se conservó la imagen hasta la desamortización de Mendizábal en 1835.
¿Y las otras imágenes desechadas por la Reina? Una, la segunda tallada, fue para D. Fadrique de Portugal, el cortesano protector de los mínimos. Y la primera, “que era de hermosa faz, aunque no semejante a la de pinceles” la tomó el Padre Valbuena para su hermano prebendado en la Primada Catedral de Toledo” y que parece que había cedido los terrenos o había ayudado a los mínimos en la fundación del Convento madrileño. Este prebendado de Toledo era el Doctor sacerdote Francisco de Valbuena, muerto en Arganda y enterrado en su parroquia en 1591.
En el testamento de Valbuena y entre el inventario de sus bienes está “la muy devota imagen de Nuestra Señora sin su divino Hijo” que los cofrades de la Veracruz se aprestaron a llevar a la ermita, con el consenso del Cura Párroco y albacea, Jiménez de la Cámara.
Unos años después de cumplidos los dos siglos, la imagen, que nacía para una reina francesa, a manos de francesa plebe ardería, en fiero contraste con el leño librado del fuego por el artista para hacer de su madera la imagen hermana.

actual imagen de Ntra. Sra. de la Soledad

El 6 de diciembre de 1808, las tropas napoleónicas quemaron en infame sacrilegio la Imagen de la que ya era la patrona de Arganda, la Santísima Virgen de la Soledad, aquella que Gaspar Becerra talló, casi dos siglos y medio antes, copiándola de un cuadro que hasta España había traído una adolescente Isabel de Valois cuando casó con el Rey Felipe II.

A finales de 1809, cuando se cumplía el triste aniversario de la profanación y se recrudecía la guerra, el sacerdote D. Marcelino Sanz Riaza, quiso gastar de su pecunio lo necesario para “la más bella imagen de la Soledad que el mejor artista hacer entonces pudiera”, por tal motivo buscaba por nuestros campos a un pastor para hacerle otro encargo distinto al de cuidar rebaño, 
era el escultor D. José Ginés y con él concertó D. Marcelino Sanz Riaza, representando a la devoción argandeña, una imagen de la Virgen, la actual de Ntra. Sra. De la Soledad.
El Hermano Mayor de la Cofradía, Manuel Riaza, y sus Mayordomos y Directivos describieron al artista como querían la talla de rostro y manos, pues como la anterior, esta debería ser también de las de “candelero” o de vestir.
Querían que se conjugaran en la imagen dos expresiones: la de sentimiento resignado, porque es dolor de Madre santa y como tal dolorosa y sola se la vestía en Semana Santa. Pero habría de tener también la expresión de majestad, que como Reina en sus dolores, y vestida de gala. Ginés aceptó el encargo.
José Ginés nació en Polop, Alicante en 1768, estudió en la Academia de Bellas artes de San Carlos de Valencia y más tarde, mediante una beca, pasa a Madrid. En 1794 es nombrado escultor de cámara en la corte de Carlos IV, en 1817 llegó a ser Director de la Academia de Bellas Artes y en 1823 falleció repentinamente en Madrid.
Tres mil reales fueron los honorarios que el artista aceptó de D. Marcelino Sanz Riaza y el 24 de junio de 1810 el  Cura Párroco D. José Hernández, bendijo la nueva imagen de la Virgen de la Soledad y la presentó y la expuso a la veneración de todo el pueblo. La misma imagen de la que el poeta andaluz afincado en el Arganda de finales del siglo XIX, José Jackson Veyán, exclamara: “que no hay Virgen más hermosa en los altares del mundo”.
La misma imagen de la que Castellano Cárles exclamó: “¡el arte no pudo hacer más! Parece que remontando hasta los cielos contempló a la Reina de los mártires, para representar a la que en los cielos reside”

Reseña extraída del libro “Arganda del Rey, apuntes para su historia” de D. Manuel Rodríguez-Martín y Chacón

Nuestra Señora de la Soledad



Ntra. Sra. de la Soledad, Capilla de Ntra. Sra. del Socorro, Catedral Metropolitana



Llanto en soledad


La soledad de la virgen, sin su hijo ya.


Escudo de Nuestra Señora de la Soledad, siete espadas atraviesan su corazón, siete dolores dejan a la virgen en soledad.

7 Dolores de la Virgen María
1.- La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesus
2.- La huida a Egipto con Jesús y José
3.- La pérdida de Jesús
4.- El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas
5.- La crucifixión y la agonía de Jesús
6.- La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto
7.- El entierro de Jesús y la soledad de María

http://www.rafaes.com/html-2004/soledad-servitas-besm-2007.htm
ORACIÓN
"Dignísima Madre de Dios, que estando en pie junto a la Cruz de Jesús,
vuestro Unigénito Hijo, le visteis penar, agonizar y morir,
quedando sola y desamparada,
sin más alivio que amarguras,
y sin más compañía que tormentos.
Participar quiere mi alma, oh dolorida Virgen,
en vuestras penas y aflicciones,
para que os acompañe toda mi vida en el justo sentimiento
de la muerte de vuestro querido Hijo.
Permitidme, oh solitaria Tórtola, que os asista
continuamente en tan amarga Soledad,
sintiendo lo que sentís, y llorando lo que llorais.
Infundid en mi pecho, oh Madre del verdadero amor,
una encendida caridad para amar a vuestro Divino Hijo,
que por mi amor murió crucificado;
y concededme el favor que pido en esta oración, para gloria de Dios,
honra vuestra y provecho de mi alma. Amén"

Estampa



jueves, 22 de noviembre de 2012

LLORAR CON CRISTO


No desprecies al pecador, porque todos somos culpables. Si por amor a Dios te levantas contra él, llora más bien por él. ¿Por qué lo desprecias? desprecia sus pecados, y reza por él, con el fin de ser igual a Cristo, que no se irritó contra los pecadores sino que rezó por ellos (cf Lc 23,34). ¿No ves cómo lloró sobre Jerusalén? Si nosotros también más de una vez hemos sido tenta
dos por el diablo. ¿Por qué despreciar al que como nosotros ha sido tentado por el diablo que se burla de todos nosotros? ¿Por qué, tú que eres sólo un hombre, desprecias al pecador? ¿Porque no es justo como tú? ¿Pero dónde está tu justicia, si no tienes amor? ¿Por qué no lloraste por él? Al contrario, lo persigues. Algunos, por ignorancia se irritan contra otros, porque creen tener el discernimiento de las obras de los pecadores.



Comentario de:

Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul, santo de las Iglesias ortodoxas 

Discursos ascéticos, 1ª serie, n° 60

sábado, 17 de noviembre de 2012

EVELINA OLIVERA


Nacida en Abrantes en 1961, vive en Oporto.
Ha participado en numerosas exposiciones tanto en Portugal como en el extranjero.
Ilustró varios libros para niños.
Fue galardonada con la Mención de Honor de Pintura Pequeño Formato (Lavradio, 2003), 1. Premio Bienal de Artes Plásticas Moita III (2007), III Apocalipsis Bienal de Artes Plásticas de Moita (2007).



















Su sitio: http://evelinaoliveira.blogspot.com.ar/

domingo, 11 de noviembre de 2012

ELENA FERRÁNDIZ, ILUSTRADORA

La Media Naranja


Dice la autora e ilustradora: "Con este libro pretendo ironizar con el mito de la media naranja. 
El libro cuenta el viaje de Tina, una media naranja que se siente 
incompleta y decide ir en busca de su otra mitad…

 En uno de sus libros, Platón cuenta una fábula de cuando 
los seres humanos tenían forma esférica y a los que Zeus 
castigó por su arrogancia cortándolos por la mitad. 
Desde entonces todos buscan su media mitad 
para completarse.

Quizá de ahí venga el mito de la media naranja 
y la necesidad de encontrarla, sin embargo es mejor 
pensar que aunque estamos completos buscamos 
que todo sea más redondo.




El abrigo de Pupa



Dice Elena: "A veces el miedo  es una envoltura demasiado pesada. . .

Pero también existe la posibilidad de transformación y superación.


Imágenes que cuentan, textos breves que se dibujan…
El nombre de la protagonista de este libro no es casual: Al igual que ella, 
algunos insectos también permanecen inmóviles en un estado 
que se denomina “pupa”. Una de las formas más vistosas de pupa 
es la crisálida: la envoltura o ninfa de las mariposas.








Algunas reseñas a este libro:

... Sus temores son brutalmente familiares, terriblemente humanos. También son contradictorios: a menudo se presentan por parejas,en un fascinante juego de contrarios, cargado de símbolos que invitan a la reflexión y que se adentran en el terreno de la filosofía. Las ilustraciones subrayan todo eso con su enorme lirismo y completan el significado del texto con símbolos e imágenes que son historias en sí mismas.

Elena Ferrándiz, de la mano de Thulé Ediciones, nos trae este hermoso relato; un canto a la valentía que supone esforzarse para perder los miedos que nos amenazan constantemente. Y elige para acompañar al sencillo pero impactante texto unas imágenes maravillosas, de una enorme carga expresiva. Una imagen para acompañar a cada uno de los miedos que los representan a la perfección.



Amor en Juego


Si alguna vez ha colocado en la casilla de salida sus sentimientos, si ha avanzado por los tableros del amor a ciegas, si ha puesto el corazón en juego, si ha apostado y ha ganado, si ha arriesgado y ha perdido, si sueña que tendrá más suerte en la próxima partida...
Tal vez se reconozca en algún juego de este libro.




Su autora dice: "Cuando uno/a se lanza al terreno de juego del Amor 
lo que desea es ganar la partida.

Quizá todo sería más fácil si se supiera en qué juego 
se está apostando el corazón. 
De esta manera podríamos conocer sus reglas en lugar 
de avanzar por tableros del amor a ciegas."





Su sitio: http://elenaferrandiz.blogspot.com.ar


SILENCIO

HERMENÉUTICO

Capítulo IV (Final)

El arma no podía estar cargada. Sin embargo los hechos decían algo muy distinto. 


¿Un hecho fortuito de una materialización espontánea? Difícilmente, los milagros deben ser tenidos en cuenta como la posibilidad tan lejana que no es una posibilidad. Antes había que ver en el factor humano: un error..., una traición...

Pero ¿quién? ¿X., hombre atormentado por la indiferencia de una mujer a quien deseaba darle una última ofrenda viendo caer en desgracia a su antiguo amor frustrado? ¿Una ofrenda perfecta y circular y así vivir para siempre en ese instante en que aún podía imaginarla suya, sabiendo que no lo era? ¿Trama perfecta? ¿Circular siquiera? El rector no tenía por qué tomar el informe para formar parte de su delirio. Y eso bastaría para alterarlo todo.
Acaso no se tratara del desgraciado profesor. Un secuaz con ilimitado acceso a su oficina, libre de manosear su gabinete con desparpajo en su ausencia. Un rencor secreto, una envidia en verdad no muy bien disimulada si W. se tomaba la molestia de recordar un poco a las actitudes de su secretario. El mismo que había preparado el informe. Él, que había traído a comparecer, no muchos momentos atrás, a X. frente a W.

Si W. no hubiese sabido lo abreviados que eran los sesos de su secretario, seguramente se habría inclinado por esta tangente de secuencias.

Y aún así quedaba una posibilidad última.

W. se distrajo al escuchar el sonido de las sirenas policíacas acercarse por la calle. Primero un silbido de advertencia y luego ya furiosamente. Durante un instante W. consideró despedir a su secretario a primera hora, nunca hacía lo correcto sin consultarle antes, y ahora, había actuado una vez más sin consultarle y levantado el tubo para telefonear al destacamento. Y no se había tomado la delicada cortesía de averiguar antes a qué se debía el estallido. Se maldijo por haber alguna vez accedido a ese contrato y se prometió a regañadientes que el siguiente en su lugar sería algo menos inoperante.

Entonces la idea acudió agitando las sangres en su rostro. W. sintió cómo la respiración se le aceleraba y algo muy parecido a la furia se atoraba en su pescuezo, produciendo profundos y guturales sonidos de odio. Sintió nauseas y tuvo que hacer un esfuerzo para que no devinieran en arcadas de su propia estupidez. Él lo había leído todo. Una y otra vez y había olvidado el final. Había hecho todo al pie de la letra desestimando lo que estaba viendo discurrirse ante sus ojos como antes había visto anticiparse el paso de las líneas. Y aún así lo había olvidado. Había olvidado que esa mañana se llevó una bala al bolsillo al salir de casa nada más que porque en el cuento así estaba escrito. Una sola y suficiente bala que a sus expensas haría por otro justicia a la mujer que él no había amado, a los brazos de la mujer que no había deseado. Ese maldito cuento le había ocultado hasta el final que en verdad estaba encerrado, un títere, una marioneta que jamás escaparía. Dicho al final ya no importaba, pues él estaba obligado al movimiento de la caída, y una vez en el principio, él sólo sabría lo que el cuento dijese que sabía. Nada más. Ahora sí le era permitido saberlo, estaba enjaulado por el que yacía a sus pies por una venganza de desamor de una mujer resentida y manipuladora que había aprovechado la idea del pobre idiota enamorado. Y le había dado un nombre. Y el maldito idiota había hecho lo que de él se esperaba que hiciera y ya, sin más.

W. miró al cuerpo que estaba mojando su alfombra, lo esquivó de un salto, echó llave a la puerta y volvió para sentarse en el sillón, a un extremo del escritorio. Ya podía oír los pasos sobre las escaleras que venían hacia él. Se serenó al escuchar los golpes a la puerta. Aún tenía una opción a la ignominia y la vil prisión de los comunes. Era culpable, plenamente culpable de lo que le habían obligado a hacer. ¿Pero cómo lo explicaría? La bravata de lo de presentar el informe no era más que eso. En principio, no bastaba para matar un hombre y lo sabía. La policía investigaría y descubriría su relación con Z., y la relación, si así se atrevían a llamarla, de X. con Z. Todo encajaría. “Triángulo amoroso entre un rector, una profesora, y un loco cómplice de terroristas para un final anunciado”, ese habría sido un titular extenso, pero muy de su agrado. Tenía que reconocer, aún así, que era una chanza un tanto cínica, sobre todo por lo referente al desenlace. No habría alegatos suficientes, y de haberlos, no habría carrera profesional que lo soportara. Sin embargo todavía existía una alternativa, durmiendo como un mal sueño que era también delirante escapatoria sobre el escritorio. Una prisión en la que conservaría su vida, su carrera y hasta su despacho. Para siempre, pero sólo eso. Se rió. W. se rió descontroladamente mientras escuchaba los golpes a la puerta y los frenéticos y protocolares anuncios policíacos de presentación. Golpeaban pero no tiraban la puerta abajo, un insulto de respeto dadas las circunstancias. Y a que no había otras puertas de escape.

Todavía su pipa echaba algo de humo y se la llevó a la boca. Era tangible de posibilidad que él mismo fuera a esas alturas sólo una versión más de una decisión que llevaba miles de veces siendo. Un eco de un recuerdo con formas de nostalgia repetido sin hartazgos. El instante parecería dilatarse indefinidamente hacía el infinito. Si el rector hubiese creído que fuera posible, habría dicho que por momentos escuchaba los pasos en las escaleras y las patrullas alejarse. El tiempo estaba tan estático que parecía repentinamente inverso y artificial. Sólo ahora que era tarde, llegó a él la idea de que podría haber escapado si tan siquiera lo hubiera intentado. Habría tenido el tiempo suficiente y la oportunidad allí estuvo, y había ya pasado.

W. estaba confuso y por un instante creyó todo esto era un recuerdo, quizás ajeno, de algo ya diluido en el tiempo. Tal vez ni siquiera fuera él el protagonista sino una sombra evadida a la memoria de la muerte, apenas un destello lúcido de un fantasma.
Esto no podía ser: él estaba pensando, ergo, él tenía que estar existiendo.

Pensando, ¿o recitando?, le dijo detrás de su mente una voz afilada como el puntazo de una avispa, que lo persuadió de estar siendo víctima de un parásito de la antropofagia discursiva.
–¡Maldito seas! – gritó W. al cadáver escupiendo rabias en su dirección, pero X. no reaccionó, su boca babeaba de rojo aún y su mirada se perdía en órbitas vacías y ausentes –. ¡Ésas no son mis palabras y las otras son tus réplicas!

W. tembló y se sostuvo del borde del escritorio. Seguían llamando a la puerta y era aún la primera vez que llamaban.
–Pero al menos estás muerto... – había asomado esa
idea y más rápido otra había venido a suplantarla. Sí, estaba muerto, pero en el eco estaría vivo por siempre a costa suya. Y antes de morir hasta se había atrevido a soñar con que era amado por la señorita Z., y ese instante repetido en la eternidad por el número de la eternidad se haría también eterno.

El paraíso mismo en la mente de otro, que jamás moriría, porque había sido transformado en esclavo de un extraño experimento de las formas de la idea.

El rector se odió por no poder resistir todo lo que llegaba a su cabeza. Se sentía atado al libro como un pusilánime y lloraba. Y lloraría por siempre y se sentiría un pusilánime por siempre.
Ella había sido demasiado cruel, nadie merecía ese tipo de inmortalidad. Al menos el escritor iba a tener piedad con él, pues si sufriría eternamente, no sufriría más de lo que lo había hecho la primera vez. Y la inmortalidad no era poca cosa como para no tener que pagar cierto precio por ella, ahora que podía verlo así.
W. rió sin ganas. Al menos este pensamiento reconfortó al rector cuando fatalmente cometió el error, conciente, obligado y vulgar, de volverse al informe y releer algo que aunque distraídamente, como para corroborar lo que ya sabía, fue suficiente para caer en la trampa que los primeros trazos del cuento le tenían preparada:

“Las escaleras de Belvedere, Capítulo I, W.; W., o para ser justos, a quien por razones de discreción llamaremos W., había encendido su pipa y aspirado tan profundamente como si fuera lo único en que realmente tuviese que ocupar su mente, permitiéndose un momentáneo olvido para mirar hacia el mundo exterior por las rendijas de la persiana a medio abrir...”.







Del Club de los Libros Perdidos