BUBONIS

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domingo, 25 de mayo de 2014

CAPERUCITA ROJA VERSIÓN DE MARTÍN MORON



Caperucita Roja llevaba
la merienda a su abuela a
través de un largo camino
que se adentraba en el
bosque. Al ver la profunda
sombra de los árboles,
Caperucita recordó lo que
su mamá le había dicho
mientras preparaba
 la canasta con deliciosas
galletas y leche fresca.




Caperucita Roja no tenía
miedo y caminaba muy contenta,
ya que iba a visitar a su abuela.
Sin embargo, una enorme sombra
empezó a moverse
rápidamente entre los árboles.
Caperucita salió del camino
y fue en busca de la sombra.
-¿Quién sos? -dijo.
Pero la sombra se había ido.
Siguió camino a la casa 
de su abuela cuando, de pronto,
empezó a escuchar golpes.


Se alejó del camino para ver qué pasaba
y buscó entre los árboles.
Un rayo de sol se metió en el bosque
y pegó en sus ojos, y un gran ruido, 
terrible como el rugido de una enorme bestia, 
le sacudió los pibes.


Cuando pudo ver bien lo que pasaba.
Caperucita observó que un árbol había caído.
Las ardillas
salían corriendo desesperadas.
y los pájaros volaban tristes a otros árboles,
donde tendrían que volver
a hacer sus nidos.
Así como ese, muchos otros árboles
habían sido derribados.
Entre los troncos caídos,
estaba el leñador.
Un hombre casi gigante, corpulento
y de brazos gruesos, con un hacha brillante
y filosa en sus manos.


El leñador se acercó a Caperucita y le dijo:
-Siento un delicioso aroma a galletas
¿me convidas una?
Caperucita respondió amablemente con una sonrisa:
-No.


Impresionado por la actitud de la niña. el leñador le dijo:
-Sos muy valiente para andar sola por este bosque, pequeña.
Pero tené cuidado. ¡Una terrible y feroz anda suelta, 
una bestia destructora y asesina, un lobo feroz y despiadado
 que no dudará en matar todo lo que encuentre a su paso! 
Pero no te preocupes, ¡yo atraparé a la bestia, la mataré
 y con su piel me haré una bonita alfombra!
-Ahá...-dijo Caperucita-. Gracias por su... advertencia, 
yo mejor sigo mi camino. 
Qué tenga un buen día señor.
-Vos también, niña, y tené mucho cuidado,
 la bestia puede atacar en el momento menos pensado.
-Bueno...entonces tenga cuidado usted también. 
Adios -dijo Caperucita, y retomó el camino.


Caperucita siguió escuchando golpes y árboles que caían, 
y siguió viendo animalitos corriendo desesperados en busca de un nuevo hogar.
Iba pensando y pensando hasta que vio la enorme bestia escondiéndose
 detrás de los árboles.
No pudo ver a la bestia, pero en su sombra
 pudo distinguir claramente la figura del lobo.
Caperucita se alejó del camino buscándolo, 
y mirando al bosque dijo:
-Lobo, no te tengo miedo. Salí, no te voy a lastimar.
Pero la sombra se alejó, y se perdió entre los árboles.


Pronto llegó a la casa de su abuela.
La puerta estaba un poco abierta,
cosa muy extraña, pero Caperucita escuchó
la risa de su abuela y entró. Al parecer,
estaba en la cama.
Se acercó y le dijo:
-Abuela tus ojos están muy grandes y
brillantes ¿Qué te pasa?
La abuela no contestó.
-Abuela, tus orejas están muy grandes
¿Estása bien?
La abuela tampoco respondió.
-Abuela, ¿me parece o tenés toda la cara peluda?
Pero nadie contestó, 
y Caperucita se dio cuenta de que pasaba algo extraño.
Juntó coraje y corrió la manta que
tapaba a su abuela.
Pero en lugar de la abuela...
estaba la terrible bestia.


La terriblw bestia era un lobo muy cachorrito, gordito y peludo, con ojos chiquititos y brillantes.
Y estaba muy asustado. Caperucita le dio una galleta, y lo acarició.
-¿No es hermoso? -dijo la abuela.
-Si, es hermoso, ¿pero los lobos no son malos?
-¡Claro que no! Sólo hay que tener cuidado con ellos, y no hacerles daño.
-Pero ¿quién podría hacerle daño a este chiquitín? 
-preguntó Caperucita abrazándolo, cuando de repente un terrible golpe dio contra la puerta.


De pronto, el hacha del leñador
abrió un enorme agujero en la madera,
destrozó la cerradura y, 
con una violenta patada, 
la puerta cayó al piso.
El leñador entró a la casa de la abuela gritando:
-¡ No teman, he visto entrar a la bestia en esta casa, 
pero yo las salvaré!
¡Mataré a ese maldito lobo y con su piel me haré una bonita alfombra!
Caperucita dejó caer la canasta,
se sacó la capucha roja,
se arremangó la camiseta,  
se acercó al leñador, y
le dio un tremendo pisotón aplastándole el zapato.


El leñador muy dolorido, 
se agachó para tomarse el pie cuando Caperucita lo agarró fuerte de la oreja y le dijo:
-Le agradezco mucho que venga a querer ¨salvarnos¨, señor leñador; pero, 
como se dará cuenta, podemos cuidarnos solas.
Ahora váyase, 
y que no lo volvamos a ver derribando puertas,
ni árboles, ni queriendo matar animales de nuestro bosque.
¿Entendió?
El leñador hizo un si con la cabeza. La niña lo solté, y el gigantesco hombre
salió corriendo aterrorizado.



El pequeño lobo saltó a los brazos de Caperucita,
y ella le dijo a su abuela.
-Me parece que tenemos un invitado.
-Y la merienda ya está lista
-agregó la abuela, sacando un pastel del horno.
Repartieron galletas, cortaron pastel, 
y sirvieron dos tazas y un plato de leche.
Caperucita, su abuela y el pequeño lobo,
disfrutaron de una hermosa tarde.
Desde ese día, el lobo acompaña a Caperucita por el bosque,
y ella lleva siempre algunas galletas de más para convidarle.


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