BUBONIS

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lunes, 11 de febrero de 2013

CATÓLICO, DEFIENDE TU FE


De Católicos firmes en su Fe

Si tan solo los ateos que dicen que creer en Dios es ser supersticiosos, vivir engañados, creer en fantasías y cosas por el estilo; abrieran su corazón a Jesucristo, que es el mismo Amor, verían todo de un modo muy distinto; comprenderían lo que en verdad dice la Biblia y dejarían de ver esa falsa imagen del dios sanguinario, sediento de venganza, que condena con ganas al infierno a todo los pecadores, y llorarían al conocer a ese Dios tan amable, tan bondadoso, tan misericordioso y tan cercano, que se ha dejado matar para que nosotros le tengamos compasión, un Dios que mendiga nuestro amor en medio de los peores dolores y humillaciones, y todo eso solo para hacernos indeciblemente felices para siempre. Verían a la Iglesia como una verdadera Madre y como una familia cuyo Padre (que no hay otro mejor) es Dios, y no como una institución represora, retrógrada y asesina; los Diez Mandamientos serian una delicia el cumplirlos; la santa misa nos parecería demasiado corta para tanta dicha; todo sacrificio por la virtud estaría lleno de consuelo y alegría; lo amargo de la vida se volvería dulce; todo sufrimiento sería motivo de gozo; no habría mal que quite la paz del corazón; todo pecado sería visto con asco y horror no por temor a a un castigo sino por no querer ofender a quien nos ama tanto.

El secreto del Cristianismo es el Amor, y como nosotros muchas veces nos olvidamos de amar, es que se vuelve difícil y hasta poco creíble (por el mal ejemplo que damos los que seguimos a Jesucristo) nuestra fe, pero si todos lo que tenemos esta fe hiciéramos al pie de la letra lo que decimos creer, convertiríamos a todo el mundo, como ocurría con varios santos, que estando la gente en su presencia, tenían deseos intensos de conversión, arrepentimiento y de entregar la vida a Dios.

En fin que los ateos sigan creyendo que somos supersticiosos y que nos han lavado el cerebro, y que nos han engañado; eso no importa, pues Dios nos hizo a todos libres y ya no podemos obligarlos a creer, y si los hemos hecho les pedimos perdón.

Juan Pablo Gutiérrez

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