De Católicos firmes en su Fe
Si tan solo los ateos que dicen que creer en Dios es ser supersticiosos, vivir engañados, creer en fantasías y cosas por el estilo; abrieran su corazón a Jesucristo, que es el mismo Amor, verían todo de un modo muy distinto; comprenderían lo que en verdad dice la Biblia y dejarían de ver esa falsa imagen del dios sanguinario, sediento de venganza, que condena con ganas al infierno a todo los pecadores, y llorarían al conocer a ese Dios tan amable, tan bondadoso, tan misericordioso y tan cercano, que se ha dejado matar para que nosotros le tengamos compasión, un Dios que mendiga nuestro amor en medio de los peores dolores y humillaciones, y todo eso solo para hacernos indeciblemente felices para siempre. Verían a la Iglesia como una verdadera Madre y como una familia cuyo Padre (que no hay otro mejor) es Dios, y no como una institución represora, retrógrada y asesina; los Diez Mandamientos serian una delicia el cumplirlos; la santa misa nos parecería demasiado corta para tanta dicha; todo sacrificio por la virtud estaría lleno de consuelo y alegría; lo amargo de la vida se volvería dulce; todo sufrimiento sería motivo de gozo; no habría mal que quite la paz del corazón; todo pecado sería visto con asco y horror no por temor a a un castigo sino por no querer ofender a quien nos ama tanto.
El secreto del Cristianismo es el Amor, y como nosotros muchas veces nos olvidamos de amar, es que se vuelve difícil y hasta poco creíble (por el mal ejemplo que damos los que seguimos a Jesucristo) nuestra fe, pero si todos lo que tenemos esta fe hiciéramos al pie de la letra lo que decimos creer, convertiríamos a todo el mundo, como ocurría con varios santos, que estando la gente en su presencia, tenían deseos intensos de conversión, arrepentimiento y de entregar la vida a Dios.
En fin que los ateos sigan creyendo que somos supersticiosos y que nos han lavado el cerebro, y que nos han engañado; eso no importa, pues Dios nos hizo a todos libres y ya no podemos obligarlos a creer, y si los hemos hecho les pedimos perdón.
El secreto del Cristianismo es el Amor, y como nosotros muchas veces nos olvidamos de amar, es que se vuelve difícil y hasta poco creíble (por el mal ejemplo que damos los que seguimos a Jesucristo) nuestra fe, pero si todos lo que tenemos esta fe hiciéramos al pie de la letra lo que decimos creer, convertiríamos a todo el mundo, como ocurría con varios santos, que estando la gente en su presencia, tenían deseos intensos de conversión, arrepentimiento y de entregar la vida a Dios.
En fin que los ateos sigan creyendo que somos supersticiosos y que nos han lavado el cerebro, y que nos han engañado; eso no importa, pues Dios nos hizo a todos libres y ya no podemos obligarlos a creer, y si los hemos hecho les pedimos perdón.
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