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domingo, 24 de julio de 2011

LOS CHICOS LEEN MÁS DE LO QUE SE CREE

Publicado en el diario La Voz del Interior, Córdoba, en la sección, La Voz Ciudadanos
24/07/2011, por Mariana Otero

Los niños tienen más textos a disposición que antes. Hay libros en las escuelas y la industria editorial explotó en los últimos años.


La discusión sobre si los niños leen más o menos que antes es un debate estéril, a criterio de los especialistas y los promotores de lectura infantil. Si bien no hay cifras ciertas o estadísticas que indiquen si los chicos son mayores o mejores lectores que hace un tiempo, cada vez hay más posibilidades de lectura por medios que no son los tradicionales.


Pese a la creencia generalizada, la impresión es que los niños leen más que antes. Por un lado, las escuelas y las bibliotecas disponen de muchos libros, y la industria editorial de publicaciones infantiles tuvo una explosión en los últimos años. Por otro, los chicos y adolescentes chatean, googlean, envían SMS y ven películas y videos subtitulados. En otras palabras, no hacen otra cosa que leer y escribir, aunque no lo hagan de la manera tradicional: con un libro bajo el brazo.

“Quienes se alarman de los bajos índices de lectura de los niños y de las dificultades para comprender textos, no siempre demuestran que valoran la lectura haciéndola parte de sus prácticas. En general, los adultos piensan que los chicos son los que deben leer, soslayando sus propias prácticas”, dice Susana Allori, directora del Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil (Cedilij).
“No tiene sentido preguntarnos por qué no leen los chicos si los adultos tampoco leemos”, plantea Roberto Sotelo, uno de los directores de la revista Imaginaria sobre literatura infantil y juvenil (www.imaginaria.com.ar), en referencia a las personas en contacto frecuente y determinante con los niños: padres, familiares, maestros, bibliotecarios.

Mediciones. “Las mediciones y estándares sobre cantidad de lectura me parecen irrelevantes. A veces se toman como excusa para sostener miradas estigmatizante de los niños y jóvenes como lectores”, plantea –a la vez– Patricia Bustamante, profesora de las cátedras de Literatura Infantil y Juvenil y de la Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universidad Nacional de Salta y ex coordinadora del “Plan Provincial Abriendo mundos, Salta lee y escribe”.

Para Bustamante, es más preocupante cómo leen los niños que cuánto lo hacen. “Me parecen interesantes las apropiaciones que los chicos hacen de los textos. Es importante escuchar a los lectores infantiles porque uno descubre claves de lectura, interpretaciones, perspectivas en las que se entre­­­mezclan distintas prácticas sociales de los chicos”, dice.

Según libreros y especialistas consultados, los niños eligen, básicamente, la narrativa y –dentro de ella– la literatura fantástica. Y cada vez se venden más publicaciones de humor.

De todos modos, la posibilidad de lectura depende de muchos factores. El acceso material y simbólico a los libros, la disponibilidad lectora, la presencia de adultos que los acerquen y los sectores sociales, entre otras cosas.
Mucho para ver. Las opciones de libros para niños y jóvenes se han multiplicado en los últimos años. La industria editorial de literatura infanto-juvenil registró una explosión, y no hay manera de leer todo lo que se publica. “Generalmente se termina comprando aquello que las editoriales mejor promocionan y que no, necesariamente, es sinónimo de calidad (...) El adulto que se quiere orientar sobre qué comprarle a los chicos termina adquiriendo lo que tiene mejor marketing comercial”, plantea Sotelo.

El crecimiento vino acompañado de la dotación de libros que los ministerios de Educación, nacional y provinciales, han hecho en los últimos años a las escuelas y a las bibliotecas populares. Se estima que el crecimiento de la literatura infantil ha triplicado el crecimiento total del sector.

“Los índices de producción de libros para niños son mayores y están en crecimiento respecto a los destinados a los adultos. Como sabemos, la industria editorial produce aquello que se vende, induce o crea hábitos”, insiste Allori.

Por otra parte, la directora del Cedilij asegura que hoy hay mayor disponibilidad de textos para leer. Chatear, googlear, 
leer revistas, ver series televisivas o videos subtitulados y los mensajes en los celulares implican opciones de lectura, aunque no sean valoradas como tales.

“Hay que redefinir el concepto de ‘lectura’ desde una perspectiva que supere los soportes en los que se lee para valorar la práctica en sí”, dice Allori. Y agrega, que los niños en contacto con las actuales herramientas tecnológicas están desarrollando habilidades que la escuela tiene que capitalizar para la enseñanza. “Las escuelas y sus maestros, lejos de sumarse a las visiones apocalípticas o derrotistas frente a las modificaciones de los hábitos de lectura, debemos ver esta tendencia como una oportunidad para incidir en un acceso más igualitario, además de utilizarlas para potenciar los aprendizajes”, asegura Allori.

Cómo formar lectores

Recomendaciones. “¿Antes se leía más? ¿Es la nuestra una sociedad lectora?”, se pregunta Roberto Sotelo, uno de los directores de la revista Imaginaria, maestro, bibliotecario, y miembro fundador de Alija (Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de la Argentina). Sotelo, con 30 años de experiencia en la promoción de la lectura, asegura que nunca encontró una resistencia “natural” de un niño a un libro. Y da algunas pautas para lograr que los chicos lean más.
Estas son algunas:

Cuanto antes, mejor. La única manera de que alguien se convierta en lector es que comience con ese hábito desde los primeros años de vida. “Sin ser exagerado, diría que desde el vientre materno (una madre cantándole, hablándole o contándole al hijo que está gestando)”, plantea Sotelo.

Leer y ver leer. Un niño será lector si los adultos que lo rodean -padres, hermanos, abuelos, son modelos lectores para él. “Tenemos la responsabilidad de iniciar y acompañar a los niños en ese proceso de formación lectora”, dice el director de Imaginaria. Hay que leerles, acompañarlos en las primeras lecturas, recomendarles libros, comprarles cuentos, ir a una biblioteca o una librería y elegir juntos algún ejemplar.

Que elija. Hay que escuchar a los niños, que elijan entre varias alternativas de lectura, permitirles que lean lo que quieran, que dejen de leer un libro para buscar otro que les guste o los conmuevan más, sugerirles, orientarlos, apasionarlos con lo que uno leyó y le gustó. “Hay muchas maneras, y mucho más efectivas, que preguntarle por qué no lee”, dice Sotelo.

En crecimiento

Publicaciones. En 2007 se publicaron 1.715 libros infantiles, y 7.356.670 millones de ejemplares en todo el país.
El doble. En 2010, los títulos editados fueron 3.358 y los ejemplares, 15.649.258.
Para ellos. Los títulos infantiles representaron el año pasado, el 34,2 por ciento de los títulos editados y el 56,6 por ciento de los ejemplares, según datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Económico Metropolitano que depende de la Dirección General de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Aumento. Las editoriales continúan la tendencia porque sigue siendo un buen negocio.

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