BUBONIS

BUBONIS

miércoles, 26 de enero de 2011

EL IMPACTO DE LA DURA REALIDAD

EL IMPACTO DE LA DURA REALIDAD


“El camino más largo del mundo es el que hay entre la cabeza y el corazón”
                                                                                            Dicho popular

El shock

El tiempo se ha detenido. Presente, pasado y futuro parecen congelados en un suspenso infinito.Te sientes acorralado y acosado por un peligro desconocido y misterioso. Te encierras dentro de ti para protegerte de lo incontrolable. Tus músculos se tensan y se tornan insensibles; no sientes más nada: ni placer, ni pena, ni alegría, ni frustración. Tu aguda inteligencia no parece ya captar la realidad. Tu memoria te juega varias pasadas. Te sorprendes preguntando por tercera vez: “¿Es martes hoy?”
Los gestos cotidianos más sencillos te exigen más energía y te toman más tiempo que de costumbre. La percepción de la realidad te cubre de un velo misterioso.
Debes decirte a ti mismo que estas reacciones son normales en tu situación.
La función de la fase de shock es la de insensibilizar a tu organismo para permitirte usar tus recursos.


La angustia

Puedes sentir angustia.
Tu garganta se cierra; tu pecho se vuelve pesado y tenso; tu respiración se vuelve anhelante; tu corazón late más rápidamente; tienes calor y luego un sudor frío surge sin razón. Te encuentras disperso, sin poder concentrarte en el trabajo. Todas estas reacciones son totalmente normales y pasajeras.
La negación de la realidad y la esperanza de sanar
En medio de esta conmoción interior, puede ocurrir que vivas períodos de negación. De repente, sientes que nada ha cambiado. Te encuentras pensando y hablándote en voz alta.

“No, no es verdad. Es una pesadilla de la cual voy a despertar”.
“Esto a mi edad no es posible”.
”Realmente los médicos se han equivocado. Voy a pedir la opinión de un verdadero especialista”.
“Debe existir una droga milagrosa en alguna parte”.
“Es algo que se arreglará con el tiempo”.
“No es todavía tiempo de morir. ¡Tengo tantos proyectos por terminar!”.

A veces, asombras a todos y a ti mismo, por la calma y la indiferencia con que hablas de tu situación, como si todo este drama le estuviera ocurriendo a un vecino. En tu entorno, se admira la manera de tomar las cosas. Sabes bien, en tu interior, que el fin es inevitable, que llegará algún día, pero una parte tuya no quiere creerlo. Entre tu inteligencia y tu corazón existe un largo camino por recorrer. Ten confianza en la sabiduría de tu organismo: él te protege dándote tiempo para movilizar tus recursos antes de enfrentar gradualmente todas las implicaciones de la enfermedad en tu vida.

La esperanza de sanar


Entre todas tus esperanzas, la más tenaz es aquella de sanar. Es bueno mantenerla, porque ¿quién sabe lo que puede ocurrir? Se sabe de curaciones que la ciencia no ha podido explicar. Por otra parte, queremos aconsejarte que no coloques todas tus energías en esta esperanza. Si no sanases, ¿no sería más prudente prepararte igualmente a enfrentar la incertidumbre del porvenir?
Extraído del libro: “Preparando el adiós. Cómo enfrentar dignamente el fin de la vida”, Enfrentar, cap 2, El impacto de la dura realidad.

                                                        Monbourquette – Lussier-Russell

3 comentarios:

  1. Gracias por el comentario. Es muy cierta tu opinión, justamente se trata de eso, sólo de acompañar, nada más. Es verdad que todos somos terminales, sólo que ellos están más jugados que nosotros. Vos podrías decir: - Pero a mí me puede matar un colectivo. Y si, claro, en eso, ellos, tienen una ventaja, pueden ir preparando sus cosas. Dejarlos tranquilos, también es cierto, es primordial, sólo si la persona quiere se puede prestar un oído. Y también es verdad, de religión ni hablar, claro, seguro que no, no es el momento y quizás para ellos no lo sea jamás. Pero no sabés qué bien se sienten cuando uno va y les preguntás: ¿cómo estás?, ¿qué bien se te ve?, ¡mirá lo que te traje!, ¡esto es para vos!, ¿querés tomar algo? O, ¿sabés qué?, tomarles la mano y sólo que sientan que estás allí, al lado, con ellos. No se necesita tanto.

    ResponderEliminar
  2. Todos somos finitos. Los suicidas anuncian su muerte, quizás pidiendo ayuda para revertir la situación, quizás por otros motivos que son ajenos a mi conocimiento., pero no creo que su muerte sea “ un buen adiós”
    Pero ante un enfermo terminal considero que la escucha y la empatía no pueden estar ajenas en esos momentos, tratar de comprender su sentimiento y su pensamiento ; escucharlo, percibir lo expresado, el contenido en las palabras, la voz, el lenguaje de su cuerpo.
    Además aproximarse a las emociones que está viviendo y aceptarlo. Escuchar con sensibilidad, focalizando la atención en él y en el acto de escuchar, dejando de lado prejuicios, preocupaciones personales y otros pensamientos que perturban una buena comunicación.
    Acompañarlo siempre y también entender la necesidad que puede sentir de que estemos a su lado en silencio, tomándole la mano; también ver el deseo de “estar solo” ,es importante de ser respetado.
    Un enfermo terminal, aquél que sabe que en breve plazo morirá, necesita que estés.

    ResponderEliminar
  3. Gracias Marta, si, pensamos igual. Yo siento igual.

    ResponderEliminar