BUBONIS

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sábado, 18 de junio de 2011

LAMENTACIONES I

Análisis del libro de "LAMENTACIONES"


Autor: El Libro de Lamentaciones no identifica explícitamente a su autor. La tradición es que el Profeta Jeremías fue quien escribió Lamentaciones. Esta opinión es muy probable, considerando que el autor fue un testigo de la destrucción de Jerusalén por los babilonios. Jeremías se ajusta a esta descripción (2 Crónicas 35:25; 36:21-22).
Fecha de su Escritura: El Libro de Lamentaciones fue escrito probablemente entre el 586 y el 575 a.C., durante o poco después de la caída de Jerusalén.
Propósito de la Escritura: Como resultado de la continua y no arrepentida idolatría de Judá, Dios permitió a los babilonios asediaran, despojaran, quemaran y destruyeran la ciudad de Jerusalén. El templo de Salomón, que había permanecido por 400 años aproximadamente, fue quemado hasta sus cimientos. El Profeta Jeremías, un testigo ocular de estos eventos, escribió el Libro de Lamentaciones, como un lamento por lo que ocurrió a Judá y Jerusalén.
Breve Resumen: El Libro de Lamentaciones está dividido en cinco capítulos. Cada capítulo representa un poema separado. En el original hebreo, los versos son acrósticos, los cuales inician cada verso con una letra sucesiva del alfabeto hebreo. En el Libro de Lamentaciones, el Profeta Jeremías comprende que los babilonios fueron la herramienta de Dios para traer juicio sobre Jerusalén (Lamentaciones 1:12-15; 2:1-8; 4:11). Lamentaciones deja en claro que el pecado y la rebelión fueron las causas de que la ira de Dios fuera derramada (1:8-9: 4:13; 5:16). Lamentar es lo apropiado en tiempos de angustia, pero pronto deberá dar paso a la contrición y al arrepentimiento (Lamentaciones 3:40-42; 5:21-22).

Referencias Proféticas: Jeremías fue conocido como “el profeta llorón” por su profunda y permanente pasión por su pueblo y su ciudad (Lamentaciones 3:48-49). Este mismo dolor por los pecados del pueblo y su rechazo de Dios, fue expresado por Jesús, mientras se aproximaba a Jerusalén y veía a futuro su destrucción a manos de los romanos (Lucas 19:41-44). A causa del rechazo de los judíos a su Mesías, Dios usó el asedio romano para castigar a Su pueblo. Pero Dios no disfruta el tener que castigar a Sus hijos y Su oferta de Jesucristo como una expiación por el pecado, muestra Su gran compasión por su pueblo. Un día, por Cristo, Dios secará todas las lágrimas (Apocalipsis 7:17).
Aplicación Práctica: Aún en un terrible juicio, Dios es un Dios de esperanza (Lamentaciones 3:24-25). No importa cuánto nos hayamos alejado de Él, tenemos la esperanza de que podemos regresar a Él y encontrar Su compasión y perdón (1 Juan 1:9). Nuestro Dios es un Dios amoroso (Lamentaciones 3:22), y por Su gran amor y compasión, Él envió a Su Hijo, para que no perezcamos en nuestros pecados, sino que podamos vivir eternamente con Él (Juan 3:16). La fidelidad (Lamentaciones 3:23) y salvación de Dios (Lamentaciones 3:26), son atributos que nos dan gran esperanza y consuelo. Él no es un dios indiferente y caprichoso, sino un Dios que salvará a aquellos que acudan a Él.

1 ¡COMO está sentada sola la ciudad populosa! La grande entre las naciones se ha vuelto como viuda, La señora de provincias es hecha tributaria.
2 Amargamente llora en la noche, y sus lágrimas en sus mejillas; No tiene quien la consuele de todos sus amadores: Todos sus amigos le faltaron, volviéronsele enemigos.
3 Fuése Judá, a causa de la aflicción y de la grandeza de servidumbre; Ella moró entre las gentes, y no halló descanso: Todos sus perseguidores la alcanzaron entre estrechuras.
4 Las calzadas de Sión tienen luto, porque no hay quien venga á las solemnidades; Todas sus puertas están asoladas, sus sacerdotes gimen, Sus vírgenes afligidas, y ella tiene amargura.
5 Sus enemigos han sido hechos cabeza, sus aborrecedores fueron prosperados; Porque Jehová la afligió por la multitud de sus rebeliones: Sus niños fueron en cautividad delante del enemigo.
6 Fuése de la hija de Sión toda su hermosura: Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto, Y anduvieron sin fortaleza delante del perseguidor.
7 Jerusalem, cuando cayó su pueblo en mano del enemigo y no hubo quien le ayudase, Se acordó de los días de su aflicción, y de sus rebeliones, Y de todas sus cosas deseables que tuvo desde los tiempos antiguos: Miráronla los enemigos, y escarnecieron de sus sábados.
8 Pecado cometió Jerusalem; por lo cual ella ha sido removida: Todos los que la honraban la han menospreciado, porque vieron su vergüenza; Y ella suspira, y se vuelve atrás.
9 Sus inmundicias en sus faldas; no se acordó de su postrimería: Por tanto ella ha descendido maravillosamente, no tiene consolador. Mira, oh Jehová, mi aflicción, porque el enemigo se ha engrandecido.
10 Extendió su mano el enemigo á todas sus cosas preciosas; Y ella ha visto entrar en su santuario las gentes, De las cuales mandaste que no entrasen en tu congregación.
11 Todo su pueblo buscó su pan suspirando; Dieron por la comida todas sus cosas preciosas, para entretener la vida. Mira, oh Jehová, y ve que estoy abatida.
12 ¿No os conmueve á cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido; Porque Jehová me ha angustiado en el día de la ira de su furor.
13 Desde lo alto envió fuego en mis huesos, el cual se enseñoreó: Ha extendido red a mis pies, tornóme atrás, Púsome asolada, y que siempre tenga dolor.
14 El yugo de mis rebeliones está ligado por su mano, Enlazadas han subido sobre mi cerviz: ha hecho caer mis fuerzas: Hame entregado el Señor en sus manos, contra quienes no podré levantarme.
15 El Señor ha hollado todos mis fuertes en medio de mí; Llamó contra mí compañía para quebrantar mis mancebos: Como lagar ha pisado el Señor á la virgen hija de Judá.
16 Por esta causa yo lloro; mis ojos, mis ojos fluyen aguas; Porque se alejó de mí consolador que dé reposo á mi alma: Mis hijos son destruídos, porque el enemigo prevaleció.
17 Sión extendió sus manos, no tiene quien la consuele; Jehová dió mandamiento contra Jacob, que sus enemigos lo cercasen: Jerusalem fué en abominación entre ellos.
18 Jehová es justo; que yo contra su boca me rebelé. Oid ahora, pueblos todos, y ved mi dolor: Mis vírgenes y mis mancebos fueron en cautiverio.
19 Dí voces á mis amadores, mas ellos me han engañado; Mis sacerdotes y mis ancianos en la ciudad perecieron, Buscando comida para sí con que entretener su vida.
20 Mira, oh Jehová, que estoy atribulada: mis entrañas rugen, Mi corazón está trastornado en medio de mí; porque me rebelé desaforadamente: De fuera deshijó el cuchillo, de dentro parece una muerte.
21 Oyeron que gemía, y no hay consolador para mí: Todos mis enemigos han oído mi mal, se han holgado de que tú lo hiciste. Harás venir el día que has anunciado, y serán como yo.
22 Entre delante de ti toda su maldad, Y haz con ellos como hiciste conmigo por todas mis rebeliones: Porque muchos son mis suspiros, y mi corazón está doloroso.

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