¿Qué harías tú si un buen día, al salir de casa, te encontraras con una «enorme montaña gris»? ¿Y si además tal cosa resultara ser un elefante? Pues eso es lo que le sucedió a la narradora de esta novela: Dailan Kifki, un elefante, apareció en la puerta de su casa y, casi sin darse cuenta, cambió la vida de toda la familia. No es fácil criar a un elefante capaz incluso de dormir encima de una planta que crece hasta las nubes, pero desde luego tiene su ventajas, porque ¿qué otro animal podría abanicarte con las orejas o transportarte con su trompa? En esta novela la autora se divierte y divierte a los lectores con un lenguaje que consigue un ritmo espléndido al narrar las increíbles situaciones protagonizadas por personajes estrafalarios… Y todo contado con tanta ternura que resulta inolvidable.
El jueves yo salía tempranito cuando al abrir la puerta, ¡zápate! ¿Qué es lo que vi? El zaguán bloqueado por una enorme montaña gris que no me dejaba pasar.
¿Qué hice? Tiré y tiré y conseguí meterla en la casa. Y allí vi, creyendo soñar, que la montaña era nada menos que ... un elefante. ¿Se dan cuenta? ¡Un elefante!Ya iba a gritar pidiendo socorro cuando me fijé que el animalote tenía una enorme carta colgada de una oreja. La abrí y esto era lo que decía: escuchen bien.
Estimada señorita: Yo me llamo Dailan Kifki y le ruego no se espante porque soy un elefante. Mi dueño me abandona porque ya no puede darme de comer. Soy muy trabajador y cariñoso y me gustan los dibujos animados.
Lo llevé al jardín, tratando de no despertar a nadie, pero los pasos de Dailan Kifki retumbaron como truenos por la casa y toda mi familia se asomó.
Mi mamá se desmayó, a mi papá se le cayó la pipa de la boca y mi hermano Roberto dijo: ESTAMOS FRITOS.
De repente llegó de visita mi tía Clodomira, con su paraguas y su sombrero lleno de margaritas. Cuando mi tía Clodomira vio a Dailan Kifki, se desmayó. Dailan Kifki se acercó y la ayudó a levantarse.
Después, se puso a trabajar. Llenaba la regadera y regaba las plantas con gran delicadeza. Hacía pocitos y plantaba semillitas. Era cierto lo que decía la carta. Dailan Kifki era muy trabajador....
A la tarde, al volver del trabajo, vi una multitud alrededor de mi casa. ¿Qué habrá pasado? Había fotógrafos y periodistas, el noticiero de la televisión y chicos que se habían escapado de la escuela. Todos miraban hacia arriba, así que miré yo también. ¿Y qué creen que vi?
Vi a nada menos que Dailan Kifki dormido en el tronco, alto, réquete alto, de un árbol alto réquete alto.
¡Claro! Dailan Kifki se durmió arriba del poroto y cuando creció lo hizo upa al pobre elefante.
En eso llegó mi hermano Roberto, miró para arriba y dijo: ESTAMOS FRITOS.
En mi desesperación, sólo atiné a llamar a los bomberos. Apenas había colgado el teléfono cuando apareció un precioso bombero.
¿Dónde esta el incendio, dónde,
la llamita que se esconde,
que la llamo y no responde? –dijo el Bombero.
Yo le conté al Bombero, que tuvo una idea muy inteligente: un par de alas.
Mi familia vino toda al jardín a despedir al bombero. Mi mamá le dio un beso con ruido y mi tía Clodomira lo abrazó muy fuerte.
El bombero trepó el árbol y le puso las alas a Dailan Kifki. Entonces vino un vientito y los dos se fueron volando. Subieron más y más y los perdimos de vista. Ya era de noche. Mi hermano Roberto dijo: ESTAMOS FRITOS. (Esta vez tuve que reconocer que tenía razón.)
Esa misma noche tuvimos una reunión de familia, todos sentados en el suelo. De pronto sonaron tres fuertes golpes en la puerta de calle: Toc, Toc y Toc.
Era un gran bombero que dijo: Soy capitán de los bomberos,
cataplín cataplín cataplero.
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