BUBONIS

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jueves, 5 de noviembre de 2009

LAS REINAS DE FRANCIA

Escrito por Simone Bertiére.
Tan apasionante pero muy fiel a la verdad de los hechos, esta crónica de las Reinas de Francia posee un estilo vivaz, detallista, matizado con el humor.
Dice el comentario :
"¿Qué suerte le espera bajo el antiguo régimen a una mujer joven cuando se casa con el rey de Francia?¿En qué consiste la condición de reina?¿Por qué algunas florecen al acceder a ella y otras se desdibujan? Las reinas se suceden y no se parecen entre sí. Todas resultan atractivas, tanto las más oscuras como las más ilustres."

En este libro aparecen: Ana de Bretaña, Juana de Francia, María de Inglaterra, Claudia de Francia, Leonor de Austria, Catalina de Médicis, ...
El bello siglo XVI, castillos, Renecimiento...
También un siglo de feudales, miseria y hambre, injusticias y desacuerdos.
Quisiera rescatar un fragmento de este libro que tanto ha quedado en mi mente grabado y que ha marcado una suerte de rutina seguida por muchas mujeres, aún en la actualidad.
Capítulo VI, Claudia de Francia
"...muy buena, muy caritativa con todo el mundo, y jamás disgustó o hizo daño a nadie de su corte o de su reino. Por dulce, buena y piadosa que fuese Claudia, carecía de toda belleza. Se parecía un poco a su madre, pero sin su encanto. Con la misma cojera, pero más baja todavía. Había heredado de su padre una nariz grande y un legero estrabismo del ojo izquierdo, que sus retratos no logran disimular. Lo seguro es que nunca poseyó ningún atractivo para retener a su voluble marido.
A los quince años, cuando iniciaba la vida conyugal, era frágil y vulnerable.
...Claudia fue muy popular en su tiempo: una reina sencilla y buena, como se la amaba, y una abnegada madre.
...sus relaciones con su marido no fueron malas.
...él no sentía por ella ningún rechazo, todo lo contrario. Era generoso, si bien tenía sus numerosas conquistas, no le impedía compartir el lecho con su esposa. Estuvo orgulloso de los hijos que ella le dio.
Conmovido por su dulzura, su silencio y vulnerabilidad, él tuvo siempre consideraciones con ella y la trató con bondad. Le gustaba tenerla cerca, figura familiar y tranquilizadora, discreta receptora de él mismo. Lo que no le impedía, por supuesto, engañarla con frecuencia. Pero se cuidaba. Siempre guardó una relativa discreción.
Escapó de una prueba muy común, por desgracia en la época, la de ver morir a sus hijos, con excepción de una sola.
Tuvo siete hijos, desde los catorce a los veinticuatro años. En diez años y dos meses de matrimonio pasó la mitad embarazada. Las maternidades la hicieron más pesada y más débil.
...La vida se le  retiraba lentamente. Ya no abandonaba la cama. Su rostro roído por un herpes tenaz. No había necesidad de culpar a una sífilis contagiada por su esposo. Sus síntomas eran de agotamiento por tantas infecciones.
...Las oraciones fúnebres celebraron sus virtudes: era una de las princesas más honestas de la tierra y la más amada por todo el mundo, por grandes y pequeños. Por eso creemos que si ella no está en el Paraíso, muy `pocas lo estarán. Falleció la perla de las damas, muchos le llevaban ofrendas y críos, la creían milagrosa.
Luego la historia olvidó a la pobre princesa. ...nadie nos revela cómo vivió su vida interiormente, nada nos aclara sus sentimientos, sus deseos, sus esperanzas. ...Se decidía por ella. ¿Lo aceptaba de corazón? ¿Se limitaba a soportar? Nadie puede decirlo. Ejemplo de muchos destinos femeninos en todos los tiempos y en todos los lugares. ...Atraviesa la historia de Francia como una sombra ligera, sin más huella que sus hijos...sobrevive en la memoria de todos como un fruto, al que un inventivo arboricultor de los jardines realies le dio su nombre: un fruto delicado, cariñoso, de perfume de azúcar y de miel, la reina Claudia, la reina de las ciruelas."




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