"Si se diera una educación del pueblo todos
estaríamos mejor..."
Argentina
se enfrenta a una gran emergencia. No es ante todo la emergencia política ni
tampoco económica –a la que todos, de la derecha a la izquierda, confían la
posibilidad de “reanudar la marcha” del país–, sino algo de lo que también
dependen la política y la economía. Se llama “educación”. Concierne a cada uno
de nosotros, a todas las edades, porque mediante la educación se construye la
persona y, por lo tanto, la sociedad. No es simplemente un problema de
instrucción o inserción en el mundo del trabajo. Algo está ocurriendo que no
ocurrió nunca antes: está en crisis la capacidad de una generación de adultos de
educar a sus propios hijos.Durante años, desde los nuevos púlpitos –escuelas y
universidad, periódicos y televisiones– se ha predicado que la libertad es
ausencia de vínculos y de historia, que se puede crecer sin pertenecer a nada
ni a nadie, simplemente siguiendo el propio gusto. Hasta el punto de que hoy es
normal pensar que todo da igual, que en el fondo nada tiene valor, excepto el
dinero, el poder y la posición social. Se vive como si la verdad no existiera,
como si el deseo de felicidad que constituye el corazón del hombre estuviera
destinado a quedar sin respuesta. Se ha negado la realidad y la esperanza de un
sentido positivo de la vida. Por ello, corremos el riesgo de ver crecer una
generación de chicos que se sienten huérfanos, sin padres ni maestros,
obligados a caminar como sobre arenas movedizas, bloqueados frente a la vida,
aburridos y a veces violentos, en todo caso en manos de las modas y del poder.
Pero su aburrimiento es hijo del nuestro, su incertidumbre es hija de una
cultura que ha demolido sistemáticamente las condiciones y los lugares mismos
de la educación: la familia, la escuela, la Iglesia. Educar, es decir
introducir en la realidad y en su sentido, aprovechando el patrimonio que viene
de nuestra tradición cultural, es posible y necesario, y es una responsabilidad
de todos.Hacen falta maestros –y existen–, que entreguen esta tradición a la
libertad de los chicos, que los acompañen en una verificación llena de razones,
que les enseñen a estimar y quererse a sí mismos y las cosas. Porque la
educación comporta un riesgo y es siempre una relación entre dos libertades. Es
un camino sintetizado en un libro crucial, fruto de la inteligencia y de la
experiencia educativa de don Luigi Giussani: El Riesgo educativo. Todos hablan
de capital humano y de educación; nos parece fundamental hacerlo a partir de
una respuesta concreta, experimentada, posible y viva. No es sólo una cuestión
de profesionales de la enseñanza o de entendidos. Lo que está en
juego es nuestro futuro.
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