Miles de adultos: mamás, papás, docentes, nos encontramos en el día de hoy entre nuestra propia conmoción, y la mirada de chicos que pedían aún silenciosamente una explicación de lo sucedido.
Varias veces nos referimos a la maternidad y paternidad como etapas difíciles por el fin del reinado de la supuesta omnipotencia que muchos creen portar. La impotencia se instala, nos confronta día a día ante nuestros hijos debiendo registrar aún sin nuestra voluntad mediante, que efectivamente NO sabemos todo y NO podemos todo.
Hoy de esto no hay dudas.
Cómo explicarles a nuestros niños, luego de nuestra repetida explicación de que las personas se mueren de viejitas, que una nena de 11 años, también murió.
No hace falta saber las causas, mucho menos los detalles para afirmar que la muerte de una inocente nena de 11 años no tiene explicación alguna.
Esta situación llegó a nuestros hogares, preocupó tanto a adultos como a niños. No nos encontramos sólo los adultos pensando “podría ser mi hijo o mi hija”, sino también los niños pensando o más aún preguntándonos “¿podría pasarme a mí?”.
Entonces debemos alojar esta preocupación, darle espacio en casa, en la escuela, para poder reflexionar juntos y decidir qué transmitirles a los chicos a partir de ello.
Sin duda hay temas que inmediatamente nos convocan: la muerte y la seguridad.
De la primera, ahondar en posibles causas y sus medidas preventivas: accidentes, enfermedades y casos vinculados a la inseguridad, nos enfrentan con la cruda realidad que no todas las personas se mueren de viejitas. Por supuesto que dependiendo de la edad de nuestros hijos podemos incluir con claridad estos ítems. PERO asimismo, que hay medidas que podemos tomar para evitar que las personas mueran tempranamente.
A partir de allí podemos transitar el camino de los valores: el camino del bien, de la verdad, de la salud y de los afectos. Maneras de elegir el buen camino.
Es difícil acompañar a nuestros hijos en su crecimiento, en la distancia justa: entre permitirles avanzar y no permitirles ir más allá de sus propios recursos; entre enseñarles los posibles riesgos y cómo cuidarse y no atemorizarlos todo el tiempo; entre estar informados y recibir detalles escabrosos que no son útiles.
Podemos entonces revisar las medidas de cuidado, reflexionar acerca de los recursos de cada niño, acotar las noticias a la información necesaria y conversar mucho acerca de lo que a cada uno le sucede con esta información.
También podemos reconocer frente a ellos que NO tenemos manera de explicar lo que sucedió, que NO sabemos qué ni por qué sucedió pero que SI estamos acompañándolos en sus preguntas, en sus miedos y en sus angustias y que SI podemos compartir la tristeza del desenlace.
El tema está instalado y recurrir a los vínculos saludables es aliviador, buscar ayuda profesional si no podemos o no sabemos enfrentar algunas situaciones, buscar espacios para compartir las sensaciones y sentimientos que esto genera. Hablar de ello. Dar lugar.
Lic Marisa Russomando
Psicóloga especialista en Crianza
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